8 de junio de 2025

¿Quieres hacer reír a Dios?

Alejandra Barrera Segura

Contar historias, a través de la escritura, se ha convertido en un pasatiempo que disfruto mucho. Qué razón tenía mi padre, cuando me decía que basta con iniciar haciendo un par de preguntas a la persona que tienes a un lado, ya sea en la fila del supermercado, con el señor que maneja el taxi o mientras esperas entrar al consultorio del doctor, para empezar a escuchar una anécdota interesante. 

Ayer, me tocó conocer la historia de Sara. Ambas nos encontrábamos en el laboratorio de análisis clínicos. Afortunadamente, las dos nos estábamos practicando estudios de rutina y esperábamos nuestro turno para ser atendidas.  

Generalmente, soy yo la que inicia las conversaciones, sobre todo, cuando la espera es larga y, por supuesto, también cuando la persona se encuentra con ánimos de platicar. En esta ocasión, fue Sara quien inició con los clásicos comentarios relacionados con el clima, la demora en el servicio y una cosa fue llevando a la otra, como se dice popularmente, hasta que me compartió que estaba embarazada por primera vez, después de trece años de infertilidad. 

En ese momento, la plática tomó otro rumbo; ya no importó el tiempo de espera, ni el papelito que indicaba el turno. Esa larga pausa, antes de entrar a los cubículos del laboratorio, había valido la pena. Después de tanto tiempo, después de haber atravesado por tantos momentos difíciles y habiendo superado la expectativa que tuvo algún día de ser una madre de vientre, para convertirse en la madre de dos hijos de corazón, llegaba a su vida esta hermosa bendición. Su familia estaba completa, de acuerdo con lo que ella suponía, con la adopción de Pablo y de Lucia, sus hijos de seis y de tres años respectivamente. Ahora, de ser cuatro, pasarían a ser cinco habitantes en su casa.

“No existe una explicación, nada se hizo diferente, mi vida había dejado de ser interesante como lo fue en algún momento”, comentó Sara entre risas y con un toque de sarcasmo. 

“Si quieres hacer reír a Dios cuéntale tus planes”, agregó.  “Pues no hay que contarle todos, no vayan a llegar nuevas sorpresas, concluimos entre risas nerviosas.

Cuántas veces planeamos “cosas” que nunca suceden y suceden otras que nunca planeamos. Al final, Dios tiene la última palabra y un propósito detrás de cada una de ellas.

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