Dejando Huella
Gisèle Scarnière
La Epifanía del Señor, que estaremos celebrando en unos días, es la manifestación de Dios a todos los pueblos, representada por los Magos.
En palabras del Papa Francisco: Los Magos son sabios buscadores que, tras dejarse interpelar por la aparición de una estrella, se ponen en camino y llegan a Belén. Y, allí, encuentran a Jesús, con María, su madre. Se postran y le ofrecen «oro, incienso y mirra». Hombres sabios que reconocen la presencia de Dios en un simple Niño, no en un príncipe ni en un noble, sino en un niño de pobres, y se postran ante Él, adorándolo.
La adoración también es oración, una oración contemplativa, en silencio, un gesto de amor.
Adorar no es perder el tiempo, sino darle sentido al tiempo; es encontrar el rumbo de la vida en la sencillez de un silencio que alimenta el corazón.
Los Magos captan la luz del Creador del universo, a cuya búsqueda han dedicado su existencia. Es la experiencia decisiva para ellos y, también, importante para nosotros; en el Niño Jesús, vemos a Dios hecho hombre.
Levantan la cabeza y la Estrella de Belén ilumina el sentido de sus vidas, los atrae y les muestra el camino… así también, para nosotros, la luz de Dios debe ser: la llave que abre el verdadero sentido de nuestra existencia, para que siga permaneciendo iluminada.
Los Magos nos enseñan que el encuentro con Dios nos abre a una esperanza mayor, que nos hace cambiar nuestro estilo de vida y transformar el mundo.
Siguiendo el ejemplo de los Magos, todos están llamados a mantener los ojos fijos en el cielo, con los pies en la tierra y el corazón postrado en adoración ante Dios, para ser buscadores de luz y amor.