14 de enero de 2025

Vaticano

Natividad del Señor

El Papa Francisco comenta el contexto en el que nació Jesús: «Un censo en todo el mundo» (Lc 2,1). El Evangelio lo menciona, manifestando un gran contraste: mientras el emperador contabiliza los habitantes del mundo, Dios entra en él casi a escondidas; mientras el que manda intenta convertirse en uno de los grandes de la historia, el Rey de la historia elige el camino de la pequeñez. Ninguno de los poderosos se percata de Él, solo algunos pastores…

Después de nueve meses en el vientre de María, nace Jesús, el “Hijo de David”, el Dios misericordioso que se encarna, entrando débil en el mundo, precedido del anuncio: «en la Tierra, paz a los hombres» (Lc 2,14), para cambiar la realidad desde dentro. Nuestro corazón está en Belén, donde el Príncipe de la Paz sigue siendo rechazado por la guerra, con el rugir de las armas que hoy le impiden encontrar una posada en el mundo (cf. Lc 2,7).

El censo manifiesta el poder, la fuerza, la fama y la gloria que se mide con los éxitos. Al mismo tiempo, destaca el camino de Jesús que viene a buscarnos, quien combate las injusticias desde abajo, con el amor; no irrumpe con un poder sin límites; no evita nuestras fragilidades, sino que las asume, expresa Francisco.

Esta noche, preguntémonos: ¿en qué Dios creemos? No vivamos la Navidad con una idea pagana de Dios, como si fuera un amo poderoso que está en el cielo; que se alía con el poder, con el éxito mundano y con la idolatría del consumismo; útil solamente para resolvernos los problemas y para quitarnos los males.

Miremos al «Dios vivo y verdadero» (1 Ts 1,9); a Él, que está más allá de todo; el que revoluciona la historia habitándola; el que nos respeta hasta el punto de permitirnos rechazarlo; al que borra el pecado cargándolo sobre sí, que no quita el dolor, sino que lo transforma; que no elimina los problemas de nuestra vida, sino que da a nuestras vidas una esperanza más grande que los problemas. Abraza nuestra existencia; siendo infinito, por nosotros se hace finito; siendo grande, se hace pequeño; siendo justo, vive nuestras injusticias.

Este es el asombro de la Navidad, nos dice el Papa: la inaudita ternura de Dios que salva al mundo encarnándose. Miremos al Niño, su cuna, el pesebre que los ángeles llaman la «señal» (Lc 2,12). Señor, haz que, como María, José, los pastores y los magos, nos reunamos en torno a Ti para adorarte. Haciéndonos más semejantes a Ti, podremos testimoniar en el mundo.

https://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2023/documents/20231224-omelia-natale.html

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