¿Cuándo nos convertimos en una familia? La mayoría de las personas piensan que sucede cuando nace el primer hijo, pero, entonces ¿las parejas que no pueden o no quieren tener hijos no son familia? La familia es el núcleo de la sociedad y, desde el momento que nos casamos, nuestra familia la componen: Jesús, tú y yo, los hijos que llegarán.
Para formar una familia, hace falta compromiso, tomar acuerdos y decisiones, buscar el equilibrio, probar y corregir errores, ser fieles a nosotros mismos y a nuestra familia en beneficio de nosotros dos; saber que mi felicidad depende de mí, de nadie más, de mi esfuerzo diario de poner a mi pareja en primer lugar sobre todos los demás… Sí, sobre mis padres, mis hermanos, mis amigos, nuestros hijos, mi trabajo, mis aficiones. Esto no significa que ya no tengas derecho a vivir tu propia vida.
Cuando somos solteros, las personas más importantes son nuestros padres, hermanos, amigos y familiares, etc. Pero, al convertirnos en una nueva familia, nuestra pareja se convierte en la persona más importante; en segundo lugar, nuestros hijos, después, nuestros padres y así sucesivamente. Ese amor, respeto y cercanía que les tenemos, continuará toda la vida.
Ser una familia no significa perder nuestra identidad, ni pedir permiso para ser o hacer; no es dependencia, ni obediencia es complementarse, poner nuestras cualidades al servicio de la relación. No significa dejar de ser yo, que deje de vestirme, maquillarme y peinarme de determinada manera o que no vuelva a tener relación con mis amigos o que me impongas tu forma de pensar, pues dejaría de ser la persona de la que te enamoraste, para ser una copia de ti mismo o un títere;
Puedo modificar actitudes que lastiman o no favorecen nuestra relación o dejar atrás a ciertas amistades, que no reportan ningún beneficio y que pueden, incluso, hacernos daño; o querer seguir viviendo como solteros, en la fiesta, tomando decisiones unilaterales, sin compromiso; o pretender alejarte de tus padres, no respetarlos, alejarte de tus hermanos pretendiendo que todo gire solo a mi alrededor.
Nunca perdamos de vista que siempre seremos tres: Jesús, tú y yo. Así, tendremos la tranquilidad de saber que lo importante no es cuánto tiempo dure (hasta que la muerte nos separe) porque no solo el cuerpo muere, también el espíritu, la alegría, la ilusión.
Ser familia no es aislarnos y vivir solo para nosotros, es fortalecernos para tener más que dar a los demás.