8 de junio de 2025

Una gruta, un pesebre, unos pañales, un amor entrañable 

P. Sergio García, M.Sp.S

Oh, Dios, ¡qué grande eres y qué pequeño te haces! ¡Son cosas de tu amor! Por eso, te podemos recibir y quedar profundamente asombrados: Dios humilde, pequeño, sencillo: ¡Cosas del amor!

El Adviento sabe el valor de lo que espera. También se acelera y concentra, en su Palabra, a todos los que se sintieron llamados para preparar el nacimiento de Jesús.

Jesús siempre es “Dios que viene”, siempre anhelado, porque nunca terminaremos de esperarlo y tenerlo, recibirlo y entregarlo. Adviento nos dice que así es la vida: un continuo preparar el encuentro para volver a desear su venida.

La lectura del profeta Miqueas “la grandeza del que ha de nacer llenará la tierra y él mismo será la paz”, nos traslada a Belén y le dirá: “de ti saldrá el jefe de Israel”. Por eso, ese largo camino que harán José y María cumplirá la palabra del profeta y será garantía de la presencia nueva de Dios con su pueblo.

Adviento es poesía, es anuncio gozoso de lo que la humanidad está a punto de recibir para no dejarlo jamás: Sí, Dios con nosotros, muy por encima de un nuevo orden mundial que pretenden los poderosos de la tierra. Adviento nos señala dónde está la solución de todo y para todo. El mundo le pertenece a ese pequeño que necesitan todos los corazones de la humanidad de todos los tiempos.

Una gruta, un pesebre, unos pañales, un amor entrañable de pareja están haciendo posible que “la revelación del misterio, proclamado por san Pablo, sea realidad en el cumplimiento del designio eterno de Dios” (Cfr. Rm 16, 25-27).

¿Para qué? Para atraer a todas las naciones a la obediencia de la fe, al Dios único, infinitamente sabio… Para dar una respuesta a tu corazón anhelante de vida, paz, amor, gozo,

En Adviento, pobreza y sabiduría se necesitan, confianza y mirada abierta se complementan, apertura y disponibilidad se identifican. Adviento es creador de miles de posibilidades para hacer el bien, no solo de una manera afectiva sino efectiva, como lo empezó a vivir Jesús en el vientre de su Madre, como se adentró en los entresijos del corazón de José, su padre.

Sí, Adviento tiene un peligro: quedarse en amor afectivo, cariñoso, tierno… y cuánto bien hace cuando, además, el amor es efectivo. La vida de Jesús lo demostrará hasta el extremo.

El Evangelio es el diálogo de dos santas mujeres, porque, de la mujer antigua unida a la mujer nueva, va a brotar la vida nueva que santifica.

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