8 de junio de 2025

Caldo de pollo

Alejandra Barrera

Desde hace algún tiempo, mi mente juega a relacionar a algunas personas con platillos de comida, para describir su personalidad. Todo comenzó cuando conocí a un amigo de mi hijo, él tenía veinte años, pero parecía como de unos dieciséis: bajito, de tez blanca, cachetón, chapeado y, cuando sonreía, cerraba los ojos, dejando ver únicamente una hilera de rubias pestañas; siempre estaba sonriendo, amable y muy educado. “Si no quieres a Guillo, eres una mala persona”, comentaban sus amigos. Es cierto, Guillo olía a hot cakes.

Por otro lado, hay personas que, a mi parecer, se pueden asociar a un buen taco, porque agradan a unas personas y a otras no. Otras, a un chile relleno que, en lo personal, disfruto, aunque no podría comerlo todos los días. Y así podría continuar relacionándolas, algunos con mucho picante, como la cochinita pibil, con su chile habanero, que se saborean al principio, pero, después, pasan la factura, porque irritan el estómago y obligan a recurrir a algún remedio casero o fármaco, dependiendo de la severidad del estrago.

Para mí, el mejor alimento que uno puede degustar es un simple caldito de pollo. Sí, ese consomé con arroz, con verduras o caldo de gallina, que data del siglo XVI; ese que se recomendaba para ayudar a los enfermos a sanar. Se dice que su origen se encuentra en la antigua Grecia y en China, aunque varias culturas se lo quieren adjudicar. 

Este sencillo y rico platillo, en sus distintas versiones, es como el compañero que todos necesitamos en nuestra vida, algo así como un abrazo cariñoso o como una cobija a la medida del frío; es un bálsamo que nos reconforta, cuando estamos atravesando por un mal momento, cuando nos encontramos desanimados, desganados, con algún malestar físico o emocional, pero, también, cuando almorzamos en casa de los abuelos una buena comida casera, en confianza, con los más pequeños y con los más grandes de la familia. El caldo de pollo está presente en las fiestas infantiles, en las dietas y hasta en un día de resaca, después de una larga noche de fiesta. 

Creo que podemos identificar a las personas que nos rodean que, así como el amigo de mi hijo y su conexión con los hot cakes, son como un rico caldito de pollo, porque a todos nos cae bien.

Tengo la fortuna de contar en mi vida, tanto con hot cakes como con sopitas de pollo. Todos formamos parte de un gran menú, en ocasiones, somos platillos dulces o salados, otras veces, somos picosos o irritantes. Sin lugar a duda, la vida nos enseña a convivir con personas con diversos antojos y paladares a los nuestros y con quienes, en algunas ocasiones, coincidimos y empatizamos y en otras no. 

Esta es una buena temporada para celebrar y degustar muy diversos y deliciosos platillos; para agradecer a Dios por los sabores y los colores y para pedirle que, durante estas fiestas, todos podamos disfrutar de los sagrados alimentos; de un gran menú que incluya también hot cakes y caldito de pollo.

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