23 de enero de 2025

ENCUENTRO PERSONAL CON DIOS 

Vivir en Dios. Caridad    

Dra. Sonia Villaseñor Manrique

Llegamos al final de los eslabones que conforman la cadena de amor, que dictara nuestro Señor Jesucristo a Conchita Cabrera de Armida, inspiradora de las Obras de la Cruz. Esta última regla, la decimocuarta, implica: “Deben vivir en Dios y solo para Dios, muertos a todo lo que no sea Él, o a Él no los conduzca” (C. Cabrera, 2000, P. 704) tocando así la cumbre más elevada de la perfección en la tierra. Pero ¿cómo podemos vivir en Dios? Pues muriendo a la vida de los sentidos, para resucitar en la vida de Jesús. Vivir de Dios es aspirarlo y respirarlo, haciendo de Él nuestro alimento, centro y culmen de nuestra vida, en humildad y en la interioridad a la que hemos sido llamados. 

Existen elementos que nos ayudan a vivir en Dios. A continuación, se enumeran los más importantes: La Comunión Eucarística, que es el centro y culmen de nuestra vida, las almas no podríamos vivir sin ese alimento diario que nos da la fuerza para amar, para vivir, para sufrir, para caminar, en el día a día, viviendo en el Amor del Espíritu Santo. 

La oración, esas citas amorosas con Jesús, donde el alma expresa todo lo que trae dentro, y en las que Él se derrama en gracias. Ahí, en la oración, el alma se desborda, movida por las circunstancias que va viviendo, suplicando al Señor la fortaleza para amar el dolor y ofrecer el sufrimiento al unir los dolores de Jesús en la cruz, por la salvación de las almas. 

El sacrificio, cuando el dolor se ofrece, completando la Pasión de Jesús, aquellos momentos en que somos víctimas en su unión, dolor que purifica las almas. Viviendo la caridad con las personas que nos rodean, ayudando a las personas necesitadas, colaborando a construir la paz entre las personas distanciadas, orando cada hora el Ofrecimiento del Verbo Encarnado. 

Las visitas a Jesús Sacramentado, orar al pie del tabernáculo, mirándole y dejándonos mirar por Él, en amorosa contemplación. Esos momentos en que nuestro corazón va en busca del único amigo que le comprende, que le escucha, esos instantes en que el alma feliz comparte su dicha con el Amado. Es ahí, donde se aprende a escuchar en el silencio; se aprende a gustar los encantos de su soledad. En ese silencio, que permite distinguir lo verdadero de lo falso, lo que es oro de oropel. Ahí, se enciende la llama de los primeros amores, ahí, nos enseña el Señor las virtudes y la forma de practicarlas ¡Ahí está el cielo!

¡Señor! Concédenos, por piedad, que, de esas horas de oro, se llene nuestra existencia hasta el último instante de la vida en el que, por manos de María, lleguen a ti engarzadas en esa cadena de amor, implorando misericordia para el mundo, para la Iglesia, para sus sacerdotes y para nosotros, tus hijos. Así sea. (C. Cabrera, 2000, P. 713). 

Referencias: 

Cabrera, C. (2000) Amor Activo. Obras Completas. Tomo 1. México: Editorial La Cruz, SA de CV

Vera, C. (2019) Vivir la Cadena de Amor. México: Publicaciones CIDEC

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