Estamos a un par de meses de terminar este año. Seguramente, muchos de nosotros estamos cerrando proyectos personales y laborales, los días empiezan a irse rápido, afirmamos “diciembre ya ni cuenta, está lleno de fiestas y compromisos”.
Tal vez nos inquiete la falta de resultados palpables, porque, por más que nos esforzamos, no se han dado las cosas. La clave es a quién hemos confiado nuestro esfuerzo “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican” Sal. 127.1.
En consecuencia, sería bueno que nuestra reflexión fuera más honda, hasta nuestra vida espiritual y no solo contemplar lo inmediato, sino, más bien, ir a lo que ha sido nuestro caminar de la mano del Señor,
La Beata Conchita Cabrera de Armida nos puede ayudar, para hacer nuestra autorreflexión en oración ante Jesús. Ella hacía un recorrido por su itinerario espiritual: ¿Verdad que, de niña, eras mi ilusión como de aurora; de joven, mi pasión arrolladora; de casada, mi amor de entrega; de viuda, un volcán de ofrenda, el Dueño de mis instantes, el ideal de mis desvelos para tu gloria, el de todos mis gozos, de todas mis cruces, ¿de mis dolores y de mis lágrimas?
Sabemos que, si interiormente no estamos bien, lo demás en la vida es caos, hacer un alto y a la luz del Espíritu Santo. Hacer esta introspección nos ayudará en nuestro proceso de conversión e, incluso, determinará el resultado de nuestros proyectos.
Hacer a Jesús el Señor de nuestra vida es decisivo. Consagrarle lo que planeemos y emprendamos, que Él sea nuestro TODO en todo y, como Conchita, decirle: ¡Oh mi Jesús!, ¿y qué cosa no eres para mí? Tu recuerdo me sale al encuentro en todas partes, o más bien, lo llevo conmigo a todas partes, en lo más íntimo de mí, porque mi yo, eres Tú.