24 de julio de 2025

La alegría en ser misionero


Gabriela Marcial Santo

El misionero construye puentes, hace camino junto a otros, lleva la semilla, que  le fue entregada alguna vez, para echarla en otras tierras, en otros corazones, que tienen la sed de conocer a Jesús vivo, porta una luz a los lugares y personas en donde parece que se han olvidado de ellas, recordándoles que no es así, que Dios está mas cerca. El desafío que todo misionero tiene, llevar la palabra de Dios a cada hogar que visita, dándose este encuentro misionero que, quienes lo hemos vivido, sabemos que es un encuentro personal y transformador.

Un misionero nos dijo una vez, en la preparación a las misiones: lo que realizamos es obra del Señor, no es nuestra, somos su instrumento, el Señor nos pide nuestras manos, nuestras piernas para caminar, nuestra sonrisa para sonreírle al otro, nuestras palabras, para que sea Él quien hable por nosotros. Todo es obra de Él, solo nos pide tener el corazón dispuesto, para dar el tiempo de compartir con otros la propia vida.

La invitación es para todos, jóvenes, adultos, familias. Todos estamos invitados a dar un poco de nuestro tiempo y compartirlo con nuestros hermanos; aquello que se nos ha dado a nosotros, la experiencia que hemos adquirido al conocer a Jesús, el llevar esa buena noticia a los demás. Solo tenemos que decirle ¡aquí estoy! Envíame a donde tú lo necesites.

No permitas que la duda o la misión propia te asuste, no nos envía solos; si ya puso Su mirada en ti, ojalá puedas decir que sí. Aunque al inicio sea una afirmación tímida, créeme que, con el paso de los días, se volverá cada vez mas firme. Es un camino que tienes que recorrer de manera personal. Aunque haya muchos testimonios, ninguno se comparará con la experiencia personal que Dios da.

Nuestra vida misma es una misión, llevemos a Cristo a todas las personas de las que nos rodeamos, amigos, familia, trabajo; siempre podemos hacer algo por los demás sin esperar nada a cambio.

Jesús da al corazón una alegría plena, porque solo Él es capaz de hacer siempre nueva la aventura de la vida. Él nunca te olvida; siempre está dispuesto a animarte y nunca deja de creer en ti. Te da energía, te da valentía, te mira con alegría, sobre todo, cuando haces gestos de compartir y de solidaridad con los demás (Papa Francisco a los misioneros).

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