8 de junio de 2025

Mirar hacia lo alto Dios y el dinero IV

Amigos lectores, terminemos, en esta edición, nuestra reflexión sobre Dios y el dinero. Recordemos que, al poner en práctica los principios de Dios, vamos a ser capaces de salir de deudas, gastar inteligentemente en lo que realmente necesitamos y ser generosos al compartir con los demás los muchos recursos de que Dios nos provee. Es necesario aprender a hacer un correcto manejo de nuestros bienes, aplicando la norma de Dios. Para ello, hay que leer las Sagradas Escrituras.

Para salir de deudas, gastar de forma inteligente, iniciar ahorro para nuestras necesidades futuras y dar a la causa de Cristo, la Biblia ofrece soluciones reales para los problemas financieros de hoy.

Es muy importante dejar de escuchar al mundo y escuchar más a Dios. El mundo nos dice, ganaste dinero, gástalo como tú quieras y sé feliz. Dios nos invita a sentirnos satisfechos con lo que necesitamos realmente y aprender a ahorrar y a compartir. Evitar gastar más de lo que se gana y, paralelamente, evitar comprar a crédito, a menos que se sepa que vamos a ser solventes para pagarlo.

Dios insiste constantemente en que se es más feliz en dar que en recibir (Hch20,35). Y nos podemos preguntar. ¿A quién debo dar?

Antes que nadie, hemos de atender a los más próximos, a nuestros familiares, «Si alguien no tiene cuidado de los suyos, principalmente de sus familiares, ha renegado de la fe y es peor que un infiel» 1Tim5,8. Si nuestro hermano de sangre nos necesita, a ejemplo de María santísima nuestra Madre, hemos de ir presurosos a su encuentro y apoyarlo en sus necesidades materiales o espirituales.

Segundo, no olvidemos unirnos a la causa de la Iglesia, que somos todos. Y es mandato de Dios: «Doy en herencia a los hijos de Leví, todos los diezmos de Israel, a cambio del servicio que prestan». Nm18,21. Es menester que el laico apoye económicamente a su Iglesia. «Que el catecúmeno comparta sus bienes con el catequista. Gal6,6.

Y no olvidemos a los consentidos de Jesús, los pobres. «Yo libraba al pobre en apuros, al huérfano privado de ayuda; a las viudas, devolvía la alegría; yo era padre de los pobres, abogado del desconocido». Job.29,12-16.

Pidamos al Espíritu Santo la gracia de la generosidad, de tal manera que el Señor nos diga, por haber cuidado de su Reino: «Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino, preparada para vosotros. Porque tuve hambre…». Mt25,34-45

Que las Obras de Misericordia, nos acompañen, cuando Dios nos llame a su presencia.

Amén.

Deja un comentario