Pertenencia
P. Bernardo Sada, M.Sp.S.
Recuerdo que, en los días de mis votos perpetuos y mi ordenación sacerdotal, sentí vívidamente que pertenezco. Cuando todos cantaban la letanía de los santos, yo, acostado boca abajo en el suelo, tuve la intensa sensación de ser sostenido por la comunidad, acogido por esta red de vida y encontrando mi lugar en la historia para seguir tejiéndola. Cuando mis hermanos vinieron, luego, uno por uno, a imponer sus manos sobre mi cabeza, percibí en ese gesto cálido la solidaridad e interconexión: a través de ellos, recibía este Espíritu viviente, que anima la creación, tu regalo, nuestra tarea.
Gracias, Dios tejedor incansable de relación, por mi comunidad concreta. Porque, aquí, me permites tocar, hoy y todos los días, nuestra humanidad bella, rota y agraciada.
Saludo matutino y servicio cotidiano, defectos conocidos y ternuras sorprendentes, la confianza que se entrega en la palabra vulnerable, el perdón que nos rehace, la misión que se renueva, cuando la emprendemos juntos, la oración que nos hermana y la simple alegría de estar unos con otros en la fiesta improvisada.