Historia del universo
Santiago de Anda
Dios comenzó a escribir su primer libro, hace cerca de 14 mil millones de años (estimación del momento en que ocurre el Big Bang). Se le ha llamado: creación, encarnación, naturaleza, medio ambiente, cosmos, universo y muchos otros nombres más.
El nombre que le damos a lo creado es importante para entender nuestra relación con la creación; es decir, entender el papel o rol que jugamos en el universo. Por ello, vale la pena revisar qué entendemos por creación.
Ahora bien, en la teología judío-cristiana, la acción de pronunciar una palabra tiene una relevancia significativa, pues se cree que, al pronunciar algo, se le da vida y, en cierta medida, se le da dominio sobre lo que se promulga. Es por eso que, muchas veces, Dios, en el Antiguo Testamento, se presenta como “El que es”, o Él “sin nombre”.
Siguiendo esta lógica y siguiendo el relato del antiguo testamento, Dios crea el universo con su voz y comando; es decir, al Dios pronunciar la palabra, crea el universo.
En ese sentido, la creación misma es la palabra de Dios, es la carta que Dios nos escribe desde el inicio. Esa palabra es Dios, que nos dice algo desde el principio de los tiempos. Dios nos invita a leer en la creación su palabra.
Pero ¿cómo saber qué es lo que me está diciendo Dios en esa palabra? Una posible pista nos la da el Nuevo Testamento, que nos dice que Dios es amor. Por lo tanto, la palabra de Dios debe transmitir eso: amor.
Uno siente cuando es amado y, por lo tanto, uno puede saber que está leyendo la Palabra de Dios, cuando la creación le trasmite amor. Sobra decir que todos, en algún momento, hemos experimentado amor al contemplar la creación.
La invitación, hoy, es a estar abiertos a ver el amor que Dios nos quiere transmitir, a través de su creación, de su palabra. Por otro lado, cada uno de nosotros, al ser parte de la creación de Dios, estamos llamados a transmitir su palabra; es decir, a transmitirla, a través de obras y acciones, el amor.