8 de junio de 2025

Mirar hacia lo alto. Dios y el dinero

Mirar hacia lo alto

Dios y el dinero II

Georgina Arámburu Mejía

Amigos lectores, continuamos con este tema, donde a Dios sí le importa y pone cuidado a nuestras finanzas y bienes materiales y, en su Palabra, nos da pistas de cómo relacionarnos con lo material, con que nos ha bendecido. 

Desde el principio, nos dio la instrucción de cómo conducirnos con respecto al «pan nuestro de cada día». «Voy a hacer que llueva pan del cielo para vosotros. El pueblo saldrá cada día a recoger la ración cotidiana. Lo recogían cada mañana, cada uno, según su necesidad» Ex.16,4.21. Dios ha hecho todo, para todos; sin embargo, la avaricia ha corrompido el corazón del hombre y unos pocos acumulan mucho. Sepamos que, cuando unos acumulan mucho, otros carecen de otro tanto. 

Reconozcamos que Dios es dueño de todo. «Esto dice Yahvé: -Los cielos son mi trono y la tierra la alfombra de mis pies. Pues ¿qué casa me vais a edificar, o qué lugar de reposo, si el universo lo hizo mi mano y todo vino al ser? -». Is.66,1-2.  Por lo tanto, reconocer a Dios como el dueño de todo es esencial para que Jesús se convierta en el Señor de nuestras posesiones.

Ser verdadero cristiano, seguidor de Jesús, implica confiarle el dominio de nuestras pertenencias. Cuando Dios comprueba nuestra disposición, Él provee de lo que nos hace falta. Aprender a sentirse satisfecho y renunciar al control de nuestras posesiones son dos condiciones para dejar de actuar, como si fuéramos los dueños de todo. Empecemos por acostumbrarnos a preguntarle al Señor: ¿qué quieres que haga con tu dinero, con tu casa, con tu coche? Porque todo es de Dios.

Por otro lado, digamos que hay una diferencia muy grande entre necesidades y deseos. La necesidad es lo básico que necesitamos, para vivir dignamente: casa, vestido y sustento. El deseo, son caprichos o lujos, que realmente no necesitamos, como ir al cine, restaurantes, estar a la moda, el auto más caro, la casa más grande. El reto es sentirnos satisfechos con lo que Dios nos provee, al confiar en la providencia de Dios, y que podemos relajarnos y sentirnos satisfechos.

Pidamos, al Espíritu Santo, que infunda en nuestros corazones la certeza y confianza de que…  «Mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza, en Cristo Jesús». Fil.4,19.

Continuará…

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