Eres Jesús de Nazaret, enamorado de Dios, poeta de la cercanía, profeta peligroso y perseguido, hijo de esta tierra, propiciador de comensalías alegres, amigo de últimos y perdidos, tan amante del silencio como de la fiesta y la palabra compartida.
Tu corazón comunitario, tu lúcida mirada, tus manos solidarias, tu irresistible palabra… ¡Eres mi luz y mi tiniebla, mi angustia y mi promesa, mi sed y mi esperanza, mi dolor, mi vida plena!
Y eres también el Cristo Universal, Presencia que todo lo habita y lo conduce. Misterio de Dios escondido en cada cosa. El universo entero, ungido desde el origen de los tiempos, te expresa y canta tu belleza: la expansión de las estrellas, el zumbido de una abeja, el tronar de una tormenta, la figura quieta de las piedras, la sonrisa de una enferma, los pasos de un vecino que vuelve a casa con su marcha lenta.
En todos y en todo, Tú. Mi siempre y mi todo, Tú.