El Papa Francisco nos dice que, en el Evangelio de Mt 16,13-20, Jesús pregunta a los discípulos “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” (v. 13).
Muchos lo ven como un gran maestro. Una persona especial, buena, justa, coherente, valiente… Pero esto no es suficiente para Jesús. Cristo no es solamente un personaje del pasado, como lo eran, para la gente de aquel tiempo, Juan Bautista, Moisés, Elías y los grandes profetas, pues sería solo un hermoso recuerdo. Por eso, el Señor pregunta a los discípulos: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?” (v. 15).
Jesús no quiere ser un protagonista de la historia, sino que quiere ser protagonista de tu presente, de mi presente, no un profeta lejano, quiere ser el Dios cercano, el Dios del presente.
Si fuera solo un personaje histórico, imitarlo, hoy, sería imposible. Nos encontraríamos frente a un gran agujero del tiempo y su modelo sería una montaña altísima e inalcanzable. Estaríamos deseosos de escalarla, pero sin las capacidades ni los medios necesarios.
Jesús está vivo, nos dice el Papa, vive en la Iglesia, vive en el mundo, nos acompaña, está siempre a nuestro lado; nos ofrece su Palabra y su gracia, que nos iluminan y reconfortan en el camino. Él es el guía experto y sabio, está feliz de acompañarnos en los senderos más difíciles y en las ascensiones más impracticables.
Francisco recalca que, en el camino de la vida, Cristo está con nosotros, nos ayuda a caminar, como hizo con Pedro y con los discípulos. Pedro lo comprende y, por gracia, lo reconoce (v. 16): “Tú eres el Cristo, Tú eres el Hijo de Dios vivo”.
Él es el Mesías, el esperado. No es un héroe difunto, es el Hijo de Dios hecho hombre, que ha venido para compartir las alegrías y las fatigas de nuestro camino. Miremos a Jesús, Él acoge nuestras fragilidades, comparte nuestros esfuerzos y apoya sobre nuestros hombros débiles su brazo firme y suave. Con Él cerca, tendámonos la mano los unos a los otros y renovemos la confianza: ¡Con Jesús, lo que parece imposible en solitario ya no lo es!
Francisco nos invita a preguntarnos ¿quién es Jesús? ¿Está realmente vivo en mi vida? ¿Vive conmigo? ¿Me encomiendo a él en los momentos de dificultad? También, nos pide que oremos por él y por las madres que sufren cuando los hijos se han perdido un poco o están en caminos difíciles de la vida.