8 de febrero de 2025

Una Oración breve pero audaz

Jesús mismo fue quien enseñó a sus discípulos la oración del Padre Nuestro, según relatan los Evangelios de Mateo y de Lucas.   

El Papa Francisco la considera una oración breve, pero audaz: Es una oración breve, con siete peticiones, número que en la Biblia significa plenitud.  

Es, también, una oración audaz, porque Jesús invita a sus discípulos a dejar atrás el miedo y a acercarse a Dios con confianza filial, llamándolo familiarmente Padre. 

Es la primera oración que todos hemos aprendido, desde pequeños, que nos hace acercarnos a Dios Padre y dirigirnos a Él, tal como lo hacía Jesús. 

Jesús no enseña fórmulas para “congraciarse” con el Señor, sino que, sobre todo, invita a rezarle, haciendo caer las barreras de las ataduras y del miedo. No dice que nos dirijamos a Dios llamándole “Omnipotente”, “Altísimo” o con títulos similares, sino, simplemente, con la palabra “Padre”, que expresa la confianza, la fe filial. 

Lo llamamos Padre Nuestro, porque así es, no es mío o tuyo, es nuestro, es el Padre de todos nosotros.   

La oración del Padre Nuestro profundiza sus raíces en la realidad concreta del hombre. Nos hace pedir el pan, el pan cotidiano, petición simple pero esencial, que dice que la fe no es una cuestión “decorativa” al margen de la vida, que interviene cuando se han satisfecho todas las otras necesidades.  

El Padre Nuestro es un diálogo con Dios. Es un acto de fe en Dios, que es Padre, que es bueno, que es omnipotente. 

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