5 de julio de 2024

Una mirada de perdón

“Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de los bienes que posea” (Lc 12, 13-21). 

Así define el diccionario a la avaricia: La avaricia es el afán o deseo desordenado de poseer riquezas, bienes, posesiones u objetos de valor abstracto, con la intención de atesorarlos para uno mismo, mucho más allá de las cantidades requeridas para la supervivencia básica y la comodidad personal.  

Jesús no tenía diccionario, tenía vida en abundancia y es la vida la que lleva a tener sentido y valor a la persona humana. 

Hay de miradas a miradas: la mirada de amor de una madre para sus hijos, la mirada de hermano, acompañada de un abrazo; miradas de curiosidad, para conocer lo que sucede; miradas de odio, a quienes consideramos enemigos de la vida, la paz, la justicia y la verdad. 

A la mirada, que acumula sentimientos, nuestro cerebro, Evangelizado por el mensaje de Jesús, nos pide tener una mirada de perdón, para todos cuantos se han puesto al margen o en contra de la vida. El amor de Dios lo sentirán, porque Dios, en Jesús, nos ha dado el perdón, la reconciliación y la paz. 

La paz es algo más que “la tranquilidad en el orden”, aunque, también, la paz es la persona misma de Jesús que, al darnos su Espíritu Santo, nos llena de vida plena, llena todos los vacíos, quita todas las envidias, reconoce todos los carismas y dones, abunda en bendiciones materiales, emocionales, espirituales, personales, sociales, mundiales. 

Y, entonces, haremos lo que hoy nos pide san Pablo, en la segunda lectura: “Den muerte, pues, a todo lo que hay en ustedes: la fornicación, la impureza, las pasiones desordenadas, los malos deseos y la avaricia, que es una forma de idolatría… revístanse del hombre nuevo, el que se va renovando, conforme va adquiriendo el conocimiento de Dios, que lo creó a su propia imagen…” (Col 3, 9-11). 

“Señor, Tú nos gobernarás en paz, porque todas nuestras empresas nos las realizas Tú… Señor, Tú nos gobernarás en paz, porque todas nuestras empresas nos las realizas Tú. (Is 26, 12). Sí, hay que repetirlo una y mil veces.  

Repetir orando, orar amando, amar sirviendo, servir a la paz y, en este día, de manera especial, para aquellos que se han dejado llevar por la violencia.  

La paz de Dios también llegue a nuestros victimarios y habrá una vida nueva. 

Amén

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