8 de julio de 2024

La Trinidad, presencia cercana, compasiva y tierna

El Papa Francisco nos explica que Nicodemo (cfr. Jn 3,16-18), miembro del Sanedrín, apasionado por el misterio de Dios, reconocía en Jesús a un maestro divino. Por la noche, a escondidas, va a hablar con Él. Jesús lo escucha y comprende que está en un proceso de búsqueda, le responde que, para entrar en el Reino de Dios, es preciso renacer; le desvela el corazón del misterio, diciéndole que Dios ha amado tanto a la humanidad, que ha enviado a su Hijo al mundo. El Hijo, habla del Padre y de su inmenso amor. 

Dios, palabra singular, majestuosa y distante; oír de un Padre y un Hijo, representa una familia, nos reconduce a casa. Sí, podemos pensar en Dios, a través de la imagen de una familia reunida en torno a la mesa, donde se comparte la vida. La mesa es altar, símbolo junto al ícono que representa a la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, en comunión

¡Esta imagen es realidad! Porque el Espíritu Santo, que el Padre, mediante Jesús, ha infundido en nuestros corazones (cfr. Gal 4,6), nos hace experimentar la presencia de Dios: cercana, compasiva y tierna, haciendo, con nosotros, lo mismo que Jesús con Nicodemo; nos introduce en el misterio del nuevo nacimiento, de la fe, de la vida cristiana, desvela el corazón del Padre y nos hace partícipes de la vida misma de Dios. 

Así, nos invita a sentarnos a la mesa con Dios, para compartir su amor, en cada Misa, en la mesa eucarística, donde Jesús se ofrece al Padre por nosotros. Nuestro Dios es comunión de amor y, así, nos lo ha revelado Jesús.  

El gesto más simple, que podemos hacer para recordarlo, es el que hemos aprendido de niños: la señal de la cruz. Trazando la cruz sobre nuestro cuerpo recordamos cuánto nos ha amado Dios, hasta dar la vida por nosotros, nos repetimos que su amor nos envuelve completamente, de arriba a abajo, de izquierda a derecha, como un abrazo, no nos abandona nunca. Al mismo tiempo, nos comprometemos a testimoniar a Dios – amor, creando comunión en su nombre.  

El Papa nos invita a preguntarnos: ¿testimoniamos a Dios – amor? ¿O bien Dios -amor se ha convertido para nosotros en algo que ya no nos mueve, ni provoca la vida? ¿Nuestras comunidades saben amar? ¿Sabemos amar en familia? ¿Tenemos la puerta abierta para todos? ¿Ofrecemos a todos el perdón de Dios y el vino de la alegría evangélica? ¿Se respira aire de casa o nos parecemos más a una oficina o a un lugar reservado, donde solo entran los elegidos? Dios es amor, Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo y ha dado la vida por nosotros. 

https://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2023/documents/20230604-angelus.html

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