5 de julio de 2024

Marteando

«He tenido mil complicaciones y sigo marteando de aquí para allá queriendo ser María; pero Dios lo quiere y ¡adelante!»1, le dice la beata Concepción Cabrera al padre Domingo Martínez, MSpS. 

Ella no tiene reparo en utilizar (¿o acuñar?) un verbo extraño –“martear”– para referirse al oficio de Marta de Betania (cf. Lc 10,38-42). 

«Queriendo ser María», la hermana de Marta y Lázaro (cf. Jn 11), y estar a los pies de Jesús escuchando su palabra, Concepción tiene que ser Marta, yendo «de aquí para allá». 

Las palabras de esta laica, mística y apóstol tienen un tono de lamento; sin embargo, de inmediato da un salto de fe: «Dios lo quiere y ¡adelante!» 

Para ella, cumplir la voluntad de Dios es más importante que realizar sus deseos, aunque estos sean estar a los pies de Jesucristo escuchándolo. Esta misma debería ser nuestra jerarquía: primero la voluntad de Dios, siempre, en todo, y después todo lo demás (cf. Mt 721; Jn 8,29; 1S 15,22). 

Aunque tengamos un vivo deseo de estar exclusivamente con Dios en soledad, aunque tengamos una tendencia casi gravitacional hacia la oración, deberíamos posponer la realización de este deseo, si Dios así lo quisiera.  

Para llegar a saber lo que Dios quiere en un momento concreto, cuál es su voluntad para nosotros, es necesario hacer un discernimiento bajo la guía del Espíritu Santo, teniendo en cuenta la Palabra de Dios, las normas de la Iglesia, las circunstancias y las posibilidades reales de realizarlo. 

Si Dios quiere que “marteemos”, pues pongámonos a trabajar –aunque sin la inquietud y preocupación de Marta–; si Dios quiere que hagamos lo que hizo María de Betania, pues detengámonos, hagamos silencio, si es posible retirémonos y disfrutemos el encuentro amoroso con nuestro Dios-Trinidad; si Dios quiere que descansemos, convivamos con los demás, estudiemos, evangelicemos, ayudemos a una persona enferma o necesitada, participemos en una reunión… pues, «¡adelante!» Si Dios lo quiere, ¡hagámoslo! 

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