8 de julio de 2024

La historia de dos peces

Estando en medio del océano, un pez bebé le preguntó a su mamá: ¿Mamá, y dónde está el océano? Muchas veces, nosotros somos como ese pez bebé, preguntamos dónde está Dios, cuando vivimos dentro del vientre de Dios. 

Para algunos de nosotros es muy evidente encontrarlo en el Santísimo Sacramento y, para otros, es fácil encontrarlo en un atardecer con las nubes pintadas de naranja; en una enorme luna llena de octubre o, tal vez, en la brisa tibia en medio de un bosque.  

Pero dichosos los que llegan a ver a Dios en medio del caos de la ciudad, dichosos los que llegan a ver a Dios en sus enemigos pobres o ricos, dichosos los que ven a Dios en medio del tráfico y la contaminación. 

Recordemos que el Espíritu de Dios es el que da la vida. ¿No acaso dice, en el Génesis, que Dios sopló y le dio el aliento de vida a Adán, para que comenzara a vivir? Ese aliento, que está en todos los seres vivos, es, sin duda, el Espíritu Santo.  

El Espíritu Santo hace ser quien es a cada ser vivo. Santa Angela de Foligno lo dice de esta manera: “el mundo está embarazado de Dios” y nos recuerda que la verdadera hombría o masculinidad es aquella que cuida de la maternidad y de la vida. Por ello, todos debemos de cuidar de la vida, en cualquiera de sus formas, porque es ahí donde podemos encontrar la presencia de Dios, viva en la creación. 

Deja un comentario