5 de julio de 2024

Amar a María e imitar su obediencia 

Estimado lector, si has venido siguiendo esta sección, recordarás que estamos profundizando en el estudio de la Cadena de Amor, que dictara nuestro Señor Jesucristo a Conchita Cabrera de Armida, autora de las Obras de la Cruz. Hoy, repasaremos la octava regla, amar a María e imitar su obediencia. Para empezar, en mayo, podemos ofrecer a María nuestras oraciones, reconociéndola como la Madre del Salvador. Contemplémosla en la muerte de su Hijo, en la virtud de la obediencia que tuvo ante la voluntad del Padre con su “Hágase, en mí, según tu Palabra” y en la obediencia a los mandamientos de su Hijo. Recordemos revisar, cada noche, si hemos cumplido lo que nos propusimos.  

Algunas jaculatorias que pueden inspirar nuestra oración podrían ser: “Esposa del Espíritu Santo, cúbrenos con tu manto»; «Con María todo, sin ella nada”; “María, Madre de gracia y Madre de misericordia, en la vida y en la muerte, ampáranos, gran Señora”; “Señor, ¿qué quieres que haga?” y el ofrecimiento del Verbo Encarnado cada hora. ¿Por qué, cada hora? Recordemos que la Cadena de Amor implica construir un eslabón cada hora de nuestro día, ofreciéndonos en sacrificio junto con Jesús, en quien el Padre tiene puestas sus complacencias.  

Algunas prácticas, que nos pueden ayudar para mantener la intención de imitar a María, pueden ser: rezar al menos una decena del rosario cada día; encomendarnos al Espíritu Santo con la oración del P. Félix de Jesús Rougier, M.Sp.S.: “¡Oh, Espíritu Santo! recibe la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser. Dígnate ser, en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida y en cada una de mis acciones, mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza y el Amor de mi corazón. Yo me abandono sin reserva a tus operaciones divinas y quiero ser siempre dócil a tus inspiraciones. ¡Oh, Espíritu Santo! Transfórmame con María y en María en Cristo Jesús, para gloria del Padre y salvación del mundo. Amén.” 

Actuemos imitando a María, haciendo, al menos, una obra de caridad cada día. Tratemos de obedecer a las personas a quienes les debemos obediencia y esmerémonos en ofrecer estas obras buenas, de tal forma que amemos y hagamos amar a María a través de nuestras acciones concretas. Enseñemos a los otros lo que significa la presencia de María en la vivencia de nuestra fe.  

Pidamos, al Espíritu Santo, que nos ilumine, para poder llevar a cabo la octava regla en nuestro día a día.  

Referencias: Vera, C. (2019) Vivir la Cadena de Amor. México: Publicaciones CIDEC 

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