8 de junio de 2025

Naciste para otros

Concepción Cabrera escucha que Jesucristo le dice: «Naciste para otros, levántate; Yo me encargaré de ti». Y ella comenta: «Entendí que no me pertenezco, que apenas debo tomar el reposo indispensable, que mi vida debe ser una vida de constante sacrificio por las almas, y que haciendo yo esto, el Señor cuidará de la mía»1. 

En el plan de Dios, todos hemos nacido para los demás: para amarlos, servirlos y entregar la vida por ellos; para hacerles el bien y transmitirles vida y esperanza. 

Pero, aunque hayamos nacido para los demás, en los primeros años de vida estamos ego-centrados: mi hambre, mi sueño, mi salud, mi comodidad… Y los demás deben satisfacer nuestras necesidades. 

Para madurar como personas y caminar hacia la santidad, hemos de ir descentrándonos de nosotros mismos y orientarnos hacia los demás. 

La aguja de una brújula siempre apunta hacia el norte. Para que cambie de dirección, es necesario acercarle un imán. De igual manera, nuestra vida siempre está orientada hacia el yo; para que se dirija a un tú se necesita el imán del amor a Dios y al prójimo. Este amor «ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» (Rm 5,5). 

«Cristo murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí mismos, sino para Aquel que por ellos murió y resucitó» (2Co 5,15). Dejar de vivir para nosotros mismos y vivir para Dios y para los demás es una gracia; pero muchas veces no queremos recibirla, pues pide paciencia y constancia y exige gran esfuerzo de nuestra parte. 

Por eso, aunque hayamos dejado atrás los años de la infancia y la adolescencia, aunque tengamos esposa/o e hijos o seamos personas consagradas o ministros ordenados, seguimos centrados en nosotros mismos: mis proyectos, mis preocupaciones, mis deseos, mi fama, mis posesiones… Y queremos que los demás estén a nuestro servicio. 

Pero, si no cambiamos, frustraremos el plan de Dios y terminaremos siendo una contradicción: habiendo nacido para transmitir vida a los demás, acabaríamos en una triste esterilidad. 

Deja un comentario