5 de julio de 2024

Construyendo el futuro

Mientras me acerco al escaparate de una tienda, a lo lejos, escucho coches pasar, a los pájaros cantando, a la gente caminando. Con la mano sobre el cristal, veo mi reflejo y me pregunto ¿por qué tardé tanto en escapar de aquella realidad? “Por costumbre”, pienso, mientras veo mis lagrimas caer.   

A lo lejos, veo el parque repleto de niños, corriendo y brincando. Me pregunto si la sociedad ya ha condicionado su libertad y moldeado erróneamente su mentalidad. Porque la historia que le cuentan a las niñas y las ideas que les pintan a los niños nos someten a las tragedias que sufrimos actualmente, creando esa realidad de la que yo tardé tanto en escapar.  

Horas después, encuentro a esos mismos niños, que corrían en el parque, dentro de la tienda, desde donde los vi jugar, y me pongo a pensar…   

Ojalá que los papás le enseñen a su hija, cuando se pruebe la ropa, que su talla nunca será medida por una escala, sino por sus éxitos; que, cuando se vea al espejo, le repita que la única que define sus límites es ella misma; que, cuando se encuentre en la caja, nunca debe ponerles etiquetas a las demás, pues no son competencia entre ellas…  siempre serán compañeras.  

Ojalá que, cuando su hijo se pruebe la ropa, le enseñen que de nada sirve vestir como un caballero, si cree que la caballerosidad es sinónimo de superioridad; que, cuando se vea al espejo, le repitan que juzgar a una mujer por su físico es como pensar que no hay nada más allá del cielo; que, cuando se encuentre en la caja, le dejen muy en claro que no es lo mismo saber el precio de una mujer, a reconocer su valor.   

Camino hacia el parque y me siento para admirar el atardecer. El naranja y el rosa pintan el cielo, mientras los niños comen helado y los papás toman café. Espero que esos papás nunca olviden que el futuro de las mujeres lo tienen en sus manos, en su casa, a su lado. Porque, algún día, estarán ahí sentados con el pelo canoso y la piel arrugada, viendo a través de la ventana mientras piensan en sus hijos. Acordándose de todos los sacrificios y medidas que utilizaron para formarlos. Y espero que. en ese momento, puedan decir que hicieron un buen trabajo al enseñar a sus hijos el valor de una persona.   

Cierro los ojos y, en dirección a las estrellas, pido un deseo.  La construcción de un mundo mejor para esas niñas y niños que vi jugando hoy. Pero, para romper esa “costumbre” y construir ese anhelado mañana, todo dependerá de cómo actuemos a partir de hoy… porque las ideologías que gobiernan nuestras calles son producto de lo que, de niños, escuchamos.  

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