“¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?” canta el himno de la Pascua en la misa del Domingo de Resurrección, que continúa con la respuesta que da María Magdalena con la noticia más grande de nuestra fe: “¡A mI Señor glorioso! ¡La tumba abandonada!”
¡Cristo ha resucitado! Jesús, verdaderamente hombre y verdaderamente Dios, se la levantado verdaderamente de la tumba para anunciarnos que la muerte no es el final, que todos esos dolores, gritos, desesperaciones, angustias, llantos y muertes, no tienen la última palabra y que hay esperanza.
Y, además, mostrándonos que el cristianismo rompe paradigmas culturales y tabúes, nos propone, como primer testigo de la Resurrección, a Santa María Magdalena, una mujer de la que, dice el Evangelio, salieron siete demonios, pero que, contrario a la mayoría de los apóstoles, estuvo presente en el momento de la crucifixión y muerte de Jesús. Que gran detalle nos regala el Resucitado con esta testigo, pues reivindica el papel de una persona de la que, en ese momento, su testimonio valía poca cosa.
Hoy, tantos hombres y mujeres se ven en la misma situación, en una posición en la que su testimonio vale para poca cosa, que se ven marginados por la sociedad. A ellos y a todos nosotros, hoy, Santa María Magdalena nos invita a unirnos, a ser apóstoles de los apóstoles y a decir, desde el fondo del corazón, con la alegría del que se encuentra con el que es Plenitud: “He visto a mi Señor y Amigo Resucitado, ¡Aleluya! ¡Aleluya!”
¡Ánimo firme! ¡Qué viva la Cruz (camino de esperanza y resurrección)