Al meditar sobre este mes de marzo, inmersos de lleno en el camino cuaresmal, me resulta esencial permitir que la luz del Triduo Pascual ilumine estas semanas por venir. Marzo servirá de broche final al tiempo que el canto del Santo Sepulcro, pesado velo tendido por los hombres intentando impedir el cumplimiento de las promesas de Jesús, aparecerá removido, vencido por la Pascua de Nuestro Señor.
Los artículos del presente ejemplar, antesala del Triduo Pascual, puedan ofrecerte, querido lector, compañía en tu peregrinar cuaresmal. En especial para aquellos que, abatidos por desgracias y problemas de toda índole, tanto para sí mismos como en su entorno, puedan sentir la tentación de dar la vuelta y caminar abatidos rumbo a su punto de partida, a Emaús, hogar de los que, decaídos y tristes, han perdido la esperanza en la Buena Noticia del Salvador.
Emaús no es lugar para residir, sino para recomponerse y encontrarse con el resucitado.
Yeyo Valle quiere ayudarnos a reconocer que tú, Señor Jesús, “Acompañas a quienes sufren…” El joven millennial confía en poder reavivar en nosotros todo lo que conlleva ser acompañados por Dios encarnado, sufriente, muerto y resucitado.
Hallarás la sugerencia que Guadalupe Moreno, siguiendo al Papa Francisco, nos invita a preguntarnos “¿Cuándo fue la última vez que di testimonio de Jesús? ¿Qué hago hoy para que las personas con las que me encuentro reciban la alegría de su anuncio?”.
La naturaleza misma va dando lugar a la primavera. Rodrigo Vázquez reflexiona sobre el florecer de las plantas como metáfora de un florecimiento humano. La Pascua es florida. Los valores, auspiciados por el Espíritu Santo, debieran abandonar las oscuras fosas donde muchas veces han quedado olvidados, para resucitar en nosotros, cuerpo místico de Cristo resucitado.
Marzo puede discurrir en el árido desierto de toda humana contingencia, mas, como nos explica el querido P. Sergio García M.Sp.S., “Tú nunca dijiste “a lo mejor…” En el Señor Jesús todo eso tiene sentido, “porque lo marcas Tú, solo Tú.”
No se recorre el desierto al que nos arrojó el Espíritu Santo sin un objetivo de santificación vocacional (Lc 4, 1-2. 14). Les deseamos puedan finalizar este peregrinar con vocación cristiana renovada fruto del grandioso encuentro con Jesucristo Resucitado.