5 de julio de 2024

Olvidarme de mí mismo, mi misma.

Estimado lector y lectora, una vez más, nos encontramos en estas páginas para la vivencia de la Espiritualidad de la Cruz, a través de la práctica de la Cadena de Amor, que dictara la Beata Conchita, madre de las Obras de la Cruz, a nuestro Señor Jesucristo. Son reglas que requieren de nuestra conciencia y convencimiento para dirigir nuestro actuar en el día a día y, así, experimentar constantemente la presencia de nuestro Señor caminando a nuestro lado.  

Hoy, nos toca repasar el olvido de mí mismo, mi misma. Sí, como lo oyes. ¿Qué tan difícil será olvidarnos de nuestras preocupaciones, de nuestro sentir, de nuestro pensar, de nuestras cosas? Para poderlo lograr, se requiere contemplar a Jesús en su vida pública, olvidándose de sí para servir a los demás. Implica la renuncia de mí misma/mismo en Jesús. Confiar en que Él dirige mi vida, escuchar su plan divino para decirle sí. ¿Cómo puedo saber si lo estoy logrando? El P. Carlos Vera sugiere, cada noche, revisar en mi examen diario, cómo se vivió ese día y si pude cumplir con lo propuesto, para, conscientemente, corregir la ruta, con las directrices de la Cadena del Amor.  

Como hemos mencionado, un factor que me ayuda para lograr esta vivencia es la oración. Podemos hacer algo tan sencillo como mencionar jaculatorias a lo largo de mi día, para invocar la ayuda del Señor, pero que también me recuerden en qué estoy trabajando. Por ejemplo: “Jesús pasó haciendo el bien durante su vida terrena”; “Dios me amó y se entregó por mí”. Salmo 123(122): “A ti, levanto mis ojos, tú que habitas en el cielo. Lo mismo que los ojos de los siervos miran la mano de sus amos…” y, como en cada regla, orar el Ofrecimiento del Verbo Encarnado cada hora.  

Para practicar, podemos realizar obras concretas, por medio de las cuales hagamos sentir bien al otro, por ejemplo, alabando sus virtudes y silenciando sus defectos. Ofrecer realizar una tarea específica, sin que esa persona nos lo haya pedido, etc. Necesitamos llevar estas obras al apostolado pensando, siempre, que vamos un paso adelante de lo que los demás esperan de nosotros. No debemos pensar: “Esto no me toca”, sino afrontar todas las situaciones que se nos presenten y, muy importante, si algo sale mal y nos echan la culpa, no justificarnos.  

¿Cómo ves lo que se ha expuesto en este artículo? ¿Qué tan aplicable lo ves en tu vida? Que el Espíritu Santo, fuente de todo consuelo, nos dé la gracia para ponerlo en práctica. ¡Así sea! 

Referencias: Vera, C. (2019) Vivir la Cadena de Amor. México: Publicaciones CIDEC 

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