5 de julio de 2024

Jesucristo nos ama porque sí

«Señor de mi alma, […] mi Jesús, y ¿por qué me quieres a mí?», pregunta la beata Concepción Cabrera. La respuesta no podría ser más simple ni más atinada: «Porque sí»1

En el amor humano, es normal que tengamos o busquemos razones para amar a una persona: porque es simpática, atractiva, alegre, amable…; porque es mi madre, mi hermano, mi esposa, mi hijo…; porque me ha ayudado… 

Consciente o inconscientemente, quisiéramos encontrar en nosotros motivos o razones para que Dios nos ame2: «porque yo lo amo», «porque le he sido fiel», «porque tengo virtudes», «porque amo y sirvo a los demás», «porque he trabajado y me he sacrificado por Dios»… 

Jesús nos ama porque es Dios, porque quiere amarnos, porque nos creó por amor y para amarnos, porque se complace en amar, porque es Amor y no puede no amarnos. 

Si le exigimos una respuesta, nos diría algo así: «Te amo porque eres mi imagen y semejanza, poque eres persona, porque eres tú. Lo que tengas o aquello de lo que carezcas nada tiene que ver con mi amor a ti. Te amo porque sí, ¡y ya!» 

Este amor que Dios nos tiene nunca disminuirá; tampoco crecerá, pues nos ama infinitamente. Nos ama con amor eterno; aunque lo rechacemos, pequemos, nos alejemos de él, jamás dejará de amarnos.  

Desde luego que no es indiferente a nuestro comportamiento. Cuando pecamos, Dios se entristece y se avergüenza, pero no deja de amarnos. Cuando hacemos el mal, sufre y se enoja, pero no nos rechaza. Cuando nos alejamos de él, renegamos de él e incluso lo odiamos, llora, pero sigue amándonos. Cuando lo buscamos, lo amamos, le agradecemos, hacemos el bien a los demás, caminamos en santidad… se alegra, se llena de santo orgullo, pero no por eso nos amará más. 

Saber que Dios nos ama así, nos bastaría para ser felices, y debería suscitar en nosotros el deseo de amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas (cf. Mc 12,30). Y «si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros» (1Jn 4,11). 

Deja un comentario