5 de julio de 2024

Cuando toca decir adiós

¡Decir adiós es tan triste y hay tantas despedidas en nuestras vidas! El adiós al ser querido que se nos adelantó, el adiós a quien amamos y se aleja del hogar… Todos, en algún momento de la vida, pasamos por alguna despedida que nos causa una fractura en el corazón. 

Cuando hay un dolor profundo, estamos abatidos y parece que un gran peso nos aplasta, y solo queda el consuelo de la oración y la fe. Por eso, hay que saber despedirnos, porque una cosa es decir adiós, así, con simpleza; y otra, muy diferente, es despedirnos sin ese sabor amargo. Decir adiós, sin sabiduría, es abandonarse a ese dolor que tiene sabor a muerte y es también sumergirse en la profunda pena que nos brota del corazón que se ha quedado con un hueco enorme, del que asoma la desesperación. 

 
¿Cómo lograremos saber decir adiós, dónde encontraremos una forma diferente para que este adiós nos sea más soportable?  Pensemos en María. ¿Cómo se habrá despedido ella de José, cuando murió? ¿Y de Jesús, antes de sus tres años de predicación? Han quedado, en el primer caso, solos, María y su Hijo, silencios cargados de tierno amor, rebosantes de gran fe. En el segundo caso, quizás, María se quedó a la puerta, mirando cómo Jesús se alejaba por el camino para ir a predicar, quedándose sumida en sus pensamientos, en sus recuerdos, meditando todo en su corazón. Y, en ambas escenas, por supuesto, el dolor que apareció y que subió en oración hasta el Padre, en un nuevo Fiat, un nuevo Hágase Tu Voluntad. 

María, nuestra Madre, nos enseña a saber decir adiós, un adiós que no es fingir que no duele, sino que es aceptación de la Voluntad Divina, en oración rebosante de confianza en Dios. 

PARA FB Aprender a despedirnos, de la mano de Dios y en oración y confianza. 

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