3 de julio de 2024

Días santos, un motivo para reflexionar

La Semana Santa es el tiempo para armonizar nuestro encuentro con Jesús, de analizar nuestras relaciones con nosotros mismos, con nuestra familia, amigos, nuestro vínculo con lo que nos rodea. 

Sabemos que la Cuaresma es el camino para prepararnos, desde el Miércoles de Ceniza hasta Semana Santa: el jueves, la última cena; el viernes, con el viacrucis y muerte de Jesucristo; el Sábado de Gloria y el Domingo de Resurrección, en donde nosotros también buscamos resucitar espiritualmente como hombres y mujeres nuevos. 

Pero ¿qué pasa durante esa semana? Vivimos el Domingo de Ramos y están estos tres días antes del jueves, que también siguen siendo días santos, lo son porque cada uno va realizando su propio proceso de caminar con Jesús, la preparación para la propia cruz.  

Ante la puerta que abre camino hacia la cruz, hay que descubrirse. Para ello, hay que adentrarnos hacia el interior y alejarnos de todo el ruido, mirarnos a nosotros mismos, con la misma mirada amorosa con la que el Padre nos ve. Son días en que tenemos este encuentro real con Dios y con los demás. 

Andamos muy ocupados por todo lo que pasa a nuestro alrededor: el trabajo, las cuestiones personales, las distracciones de este mundo, que, de pronto, la Semana Santa nos permite reflexionar sobre nosotros mismos; a ver a ese hombre que perdona todo, que ama hasta dar su vida por nosotros… y que nos permite acompañarlo cada día. 

Y que, así como el nacimiento del niño Jesús nos reúne a todos como familia, podamos también, como familia, acompañarlo en el momento de partir de este mundo, enseñándonos la importancia del perdón y del amor al prójimo. 

Nunca perdamos la fe en Dios y la fe entre nosotros, como hermanos; que podamos observar nuestro crecimiento como cristianos, con hambre de paz, justicia, ternura y amor. Que esto sea el pan de cada día que se reparta entre nuestros hermanos. 

Tengamos una Semana Santa llena de agradecimiento, para reencontrarnos con nuestra fe y, así, avivar la esperanza sabiendo que, con Jesús, todo lo puedo, pero, sin Él, nada. 

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