5 de julio de 2024

¿Bienaventuranzas y malaventuranzas?

Hay dos versiones de las bienaventuranzas: las de San Mateo, más espirituales; y las de san Lucas, como anuncio y denuncia. En la Biblia, hay bienaventuranzas y malaventuranzas, porque nosotros le presentamos esta realidad a Dios, cuando nos dejamos llevar, a veces, por la gracia y, otras, por el pecado. 

Las bienaventuranzas de san Lucas son posibilidades antropológicas, como no aceptación o rechazo del mundo. Dios ama al mundo, de tal manera que le entregó a su Único Hijo, no para condenarlo sino para salvarlo, y esa sí es acción de Dios Amor. Somos nosotros los que aceptamos o rechazamos. En nosotros, está el ser luz o tinieblas, trigo o cizaña. 

Jesús es manifestación de la misericordia amorosa de un Dios, que nos ha creado a su imagen y semejanza. Dios propone, no impone; Dios hace alianza, no venganza; Dios se da. 

“Dichoso el hombre que vive de la fe. Dichoso el hombre que no se apoya en sus talentos o en sus encantos, en sus recomendaciones e influencias, en sus actitudes o en su buena estrella. Dichoso el hombre que no confía en sus capitales y caudales, en su patrimonio o prestigio, en sus títulos y condecoraciones”.  

Dichoso el hombre que confía en Dios, se apoya en su palabra, acepta sus promesas, goza sus bendiciones, admira su presencia, vive el Evangelio, confía en sus amores: “te llevo en las palmas de mis manos y en mi corazón”. 

Jesús es pura bendición, especialmente para los pobres, los que tienen hambre de Él, los que lloran, porque son perseguidos y serán consolados, con el consuelo con que Dios nos consuela a todos. 

Bienaventuranzas: Lc 6, 17. 20-26 

Felices los pobres, porque de ustedes es el Reino. Jesús bendice a los pobres y los que se sienten pobres, porque ponen en Dios su riqueza.  

Felices los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dios quiere saciar nuestra hambre de amor, de paz, de vida. El futuro de estas bienaventuranzas es más cercano de lo que se piensa, normalmente, al final de la vida. “Pide y se te dará, llama y se te abrirá, busca y encontrarás”.  

Felices los que ahora lloran, porque reirán. Los niños, los pobres, los amantes lloran. Llorar por el hambre en el mundo, sus injusticias, sus guerras, etc. Llorar es dejar a un lado las indiferencias y buscar el compromiso. 

Felices cuando los hombres los odien por causa del Hijo del hombre, porque la recompensa será grande. Contemplar a Jesús en la cruz es tener la seguridad que Él fue odiado, hizo suya nuestra causa ante el Padre, ante la humanidad, ante el mundo y, aquí, la recompensa será la resurrección. ¡Vaya que es grande la recompensa! 

Malaventuranzas: 

Ay de los ricos, porque ya tienen aquí su consuelo. La riqueza va de la mano con la satisfacción, la avidez, el conformismo. Se dice: “Vales por lo que tienes, no por lo que eres”; y, entonces, esta riqueza, afortunadamente, se termina, abriendo a la posibilidad de experimentar la verdadera riqueza en la pobreza como apertura a Dios y a los hermanos. 

Ay de los que están saciados, porque tendrán hambre. Son los que ya no buscan, se instalan, se ven a sí mismos como la plenitud. El hombre es un ser de deseos, decía el Papa Francisco, y estos ya no desean nada, porque se experimentan llenos… pero llenos de sí mismos. 

Ay de los que ahora ríen, porque harán duelo y llorarán. El Evangelio hace reír, porque es la auténtica buena noticia. Los que ahora ríen, sin Evangelio, experimentarán el dolor de la muerte. Tan llenos de risas como el rico epulón, que fue incapaz de ver al pobre Lázaro tirado a la puerta de su casa; después, duelo y llanto sin esperanza. 

Ay si todo mundo habla bien de ustedes. Eso es lo que hacían sus antepasados con los falsos profetas. Nuestro espejo es el mismo Jesús, me veo en Él y descubro quién soy, para qué vivo y lucho por la verdad. Si todo mundo me alaba, pierdo el sentido del anuncio y la denuncia. Si todos me alaban, es que yo alabo a todos y lo hago en detrimento de mi oración, de alabanza a solo Jesús. 

Hay algunos prestigiosos escritores que se escandalizan porque, en el Evangelio y en la Biblia, hay palabras duras y difíciles de entender. Quisieran una religión acaramelada y no la del camino hacia la resurrección, pasando por la Cruz. 

Santa María del Magnificat cantó: “… Él hace proezas con su brazo, derriba del trono a los poderosos y exaltó a los humildes. A los hambrientos, los colma de bienes y, a los ricos, los despide vacíos”. Y esto lo hace por su gran poder y misericordia. Amén. 

Deja un comentario