5 de julio de 2024

Reflexiones de un millennial católico, se vale volver a empezar.

Enero, primer mes del año. En estos días, todos estamos regresando de las fiestas decembrinas y nos preparamos para empezar, de nuevo, el año civil. Un año lleno de posibilidades y buenos deseos, después de un año de muchas altas y bajas.  

A veces, también en nuestras propias vidas, pasamos por periodos parecidos, en los que hay momentos alegres, momentos de reflexión o, incluso, de tristeza, pero, en muchos casos, llegan a su fin y viene la necesidad de cerrar un ciclo. “No todo dura para siempre” es una frase que escuchamos muy seguido y que parece irse normalizando poco a poco; pero lo que no se ha normalizado son las consecuencias de la misma y las personas que deciden empezar de nuevo en sus vidas, muchas veces, se enfrentan a señalamientos, críticas o cuchicheos de los demás.  

Como cristianos, debemos también aprender el valor que implica tomar una decisión de empezar de nuevo, desde cero, un nuevo proyecto, una relación, una amistad o, incluso, un aspecto de la vida espiritual. Al final de cuentas, lo más constante en la vida es el cambio y siempre debemos estar atentos a donde el Espíritu nos lleve, el cual puede manifestarse desde coincidencias (Diosidencias) muy impresionantes pero que, regularmente, lo hará desde momentos cotidianos de la vida.  

Pero, también, debemos reflexionar sobre nuestro papel de acompañantes, para esas personas que buscan comenzar de nuevo y tener una nueva oportunidad. Desde el amor cristiano, los creyentes podemos tomar una postura compasiva y misericordiosa, que intente comprender el sufrimiento de quien pasa por un duelo, alejándose de cualquier postura juzgadora, al menos por el tiempo que la caridad nos lo demande.  

No tengamos miedo a empezar de nuevo cuando esta sea la mejor decisión para nuestras vidas, pero tampoco tengamos miedo de acompañar en la caridad a quienes lo han decidido.  

¡Ánimo firme! ¡Qué viva la Cruz, siempre novedosa! 

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