5 de julio de 2024

La Epifanía

El Papa Francisco nos dice que Jesús, como una estrella que se eleva (cf. Nm 24,17), viene a iluminar a todos los pueblos y a alumbrar las noches de la humanidad. Junto con los Magos, nosotros también nos preguntamos: «¿Dónde está el que acaba de nacer?» (Mt 2,2), ¿Cuál es el lugar en el que podemos encontrar a nuestro Señor? 

La fascinante aventura de estos sabios de Oriente nos enseña que la fe no nace de nuestros méritos o de razonamientos teóricos, sino que es don de Dios. Su gracia nos ayuda a despertarnos de la apatía. Los Magos examinan cuidadosamente el cielo y se dejan asombrar por el fulgor de una estrella, representando el camino de la civilización y la búsqueda incesante de nuestro corazón.  

Expresó que el camino de la fe comienza cuando, con la gracia de Dios, nos arriesgamos en los desafíos de cada día, sorpresas, imprevistos, proyectos que debemos sacar adelante, sueños que realizar, miedos que afrontar, sufrimientos que hieren la carne y que nos abren a la búsqueda de Dios. 

Buscamos acomodar el corazón en la caja fuerte de la comodidad, pero, si los Magos hubiesen hecho esto, no habrían encontrado nunca al Señor. Este es el peligro, sedar el corazón y el alma para que ya no haya inquietud. Él está en el silencio que nos turba ante la muerte y al final de toda grandeza humana; está en la necesidad de justicia y de amor que llevamos. 

Los Magos se aventuraron en un viaje arriesgado, que no preveía caminos seguros ni mapas definidos con antelación. Querían descubrir quién era el Rey de los Judíos, dónde había nacido, dónde podían encontrarlo y se pusieron en camino, nos dice Francisco. 

El Papa nos dice que lo mismo sucede con nuestra fe, es necesario hacerse sus discípulos, seguir a Jesús y su Evangelio, hablar con Él en la oración, buscarlo en las situaciones cotidianas y en el rostro de los hermanos. La fe es un camino, una peregrinación, una historia que comienza y recomienza. 

Al final de un largo viaje y de una fatigosa búsqueda, los Magos entraron en la casa, «encontraron al niño con María, su madre, y, cayendo de rodillas, lo adoraron» (Mt 2,11). Todo nace y todo culmina allí, porque el final es encontrar a Dios y dejarnos abrazar por su amor, que nos da esperanza, nos libra del mal, nos abre al amor a los demás y nos hace personas capaces de construir un mundo más justo y fraterno, expresó Francisco. 

https://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2023/documents/20230106_omelia-epifania.html

Deja un comentario