20 de septiembre de 2024

Adviento

Queridos lectores, ahora, reflexionemos sobre este tiempo litúrgico de la Iglesia, que es el Adviento, con la esperanza de tener un encuentro con Jesucristo. 

El hombre, desde su humanidad, conciencia y creencia, siempre ha buscado a Dios; sin embargo, “Dios nos amó primero” y esto quiere decir que es Dios el que primero se hace el encontradizo: “El Señor llamó al hombre y le dijo: ¿dónde estás?” Gn.3,9 “¿Dónde está tu hermano?” Gn.4,9.  La filosofía es el hombre buscando a Dios y la teología es Dios que se manifiesta al hombre. 

El Adviento significa salir al encuentro de Aquel que viene a buscarnos y a quien buscamos y, por decirlo así, se divide en dos partes: primero, es un tiempo de preparación para la segunda venida del Señor, a la que llamamos Parusía o Escatología, aquello que vendrá al final de los tiempos: la venida del anticristo, la gran persecución y la vuelta de Cristo entre las nubes, para juzgar a todos los pueblos. Y, después, es el tiempo que nos prepara para la Navidad. 

Como el Adviento es un tiempo de espera, hay que disponernos para lo que realmente importa, nuestra aproximación a Cristo, que, a veces, la pensamos para cuando Dios nos llame a su presencia. Sin embargo, nuestro encuentro con Cristo es ¡ya! ¡Aquí, en esta vida! Sin demora, hay que cantar jubilosos, “Qué alegría, cuando me dijeron, vamos a la Casa del Señor, ya pisan nuestros pies tus umbrales Jerusalén” Sal.122,1-2. Caminar hacia Dios implica acción. 

Adviento es un tiempo de espera activa; es decir, es nuestra oportunidad de buscar a Dios cambiando nuestro rumbo. “La noche está avanzada, el día se acerca. Despojémonos de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Vivamos con decoro, nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos, más bien, del Señor Jesucristo”. Rom.13, 12-14. Tenemos la oportunidad de cambiar y vivir como hijos de Dios, celebrando, en familia y con los amigos, la venida de Jesús. 

Redireccionar la forma en que festejamos la Navidad es lo difícil. La sociedad nos ha metido en un ritmo acelerado de celebraciones donde, ya ni siquiera el principal, que es Jesús, es invitado. 

Pidamos la luz del Espíritu Santo para que, sin dejar a un lado la compañía de familiares y amigos, vivamos más en solidaridad con los pobres, que en festejos sin sentido. 

¡Feliz Navidad a todos! 

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