5 de julio de 2024

Jesucristo vendrá a juzgar a vivos y muertos (primera parte)

La idea de que Dios nos juzga puede resultar incómoda para nuestra cultura actual, que se opone a todo tipo de juicio. Cada uno debe ser libre de hacer lo que quiera, sin consecuencias — bajo una falsa idea de libertad — y nadie tiene derecho de juzgar al otro. En este contexto, el catolicismo se percibe como anticuado y la Iglesia como juzgona y moralina. ¿Realmente seremos juzgados, o es aquello un mito antiguo o medieval? ¿No sería una estrategia de la Iglesia para mantenernos reprimidos y temerosos de la ira de Dios? 

La cuestión es que Dios es amor; es la luz, la verdad y el bien infinitos. Si existen realmente la verdad y el bien, entonces, no puede no haber juicio. La justicia divina no proviene de una ira y sed de retribución por parte de Dios, sino de todo eso que Él es y que nosotros no somos. Esta inevitable diferencia queda expuesta a la luz de la verdad. Pues bien, esa verdad es Jesucristo: es Dios hecho hombre, que conoce nuestras fragilidades, sufrimientos y pecados, y cargó con ellos en la cruz.  

El catecismo de la Iglesia católica enseña que todos los humanos enfrentaremos dos momentos de juicio. El particular, al terminar nuestra vida terrenal, es definitivo y determina el destino de nuestra alma. El juicio universal, al final de los tiempos, revelará el sentido de toda la historia de la humanidad y la creación. “Frente a Cristo, que es la verdad, será puesta al desnudo definitivamente la verdad de la relación de cada hombre con Dios… Él pronunciará, por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra final sobre toda la historia” (CIC 1039-1040).  

En palabras de San Juan: “La señal de que el amor ha llegado a su plenitud en nosotros está en que tenemos plena confianza ante el día del Juicio, porque ya, en este mundo, somos semejantes a Él” (1 Jn. 4:17). Sigamos a Jesús y vivamos según su palabra, con esa confianza en la justicia amorosa y misericordiosa de Dios. 

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