8 de julio de 2024

Reflexiones de un millenial católico

Es diciembre y estamos por terminar un año sumamente convulso en cuestiones políticas, sociales y geográficas, tanto a nivel nacional, como a nivel mundial. Tuvimos muchas noticias, que pueden calificarse como negativas: guerra entre Israel y Palestina; el conflicto en Ucrania continúa; el inicio de las campañas políticas aumentó la polarización del país e, incluso, algunos ponían en duda el donar para apoyar a la gente damnificada por el huracán Otis en Guerrero, por razones políticas y un largo etcétera…   

Y, sin embargo, este mes, recordaremos un acontecimiento poco impresionante, si se ve desde una perspectiva meramente humana, pero que, espiritualmente, fue tan grande que sigue valiendo su recuerdo: el nacimiento de un niño, de un bebé y, para acabarla de amolar, en Medio Oriente. 

¿Qué tiene de especial un nacimiento, cuando a diario ocurre? ¿Por qué este debería ser distinto a los demás?  

Esa misma pregunta pudieron hacerse los habitantes de Judea y Galilea, cuando empezaron a escuchar sobre este Jesús de Nazaret, y nosotros, también, pudiéramos hacérnosla hoy. A esta pregunta, se puede responder desde el ser del hombre nacido o desde el mensaje que nos da. Hoy, quiero reflexionar de este segundo punto.  

“Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados Hijos de Dios”, dijo este pequeño niño, unos años después. Y es que este nacimiento nos debe recordar lo poderoso del mensaje de amor y fraternidad que vino a predicar este Jesús. 

En este tiempo, conviene recordar que parte de nuestra vocación cristiana es ser mensajeros de paz, es ser impulsores de la unidad en la diversidad, de tratar con caridad y fraternidad al prójimo y, así como Dios quiso nacer en medio del conflicto para mostrarnos que un camino de paz es posible, también nosotros estamos llamados a ser promotores de la paz en medio de la guerra, la división y la polarización.  

Que esta Navidad sea distinta, no por la grandeza de los regalos materiales o de la cena del 24, sino porque nos volquemos hacia una reflexión profunda sobre nuestro papel, como pacificadores en el mundo, para que se vuelva parte de nuestras consignas vitales.

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque verdaderamente hacen de este mundo un lugar más cristiano.  

¡Ánimo firme! ¡Qué viva la Cruz (fuente de paz)! ¡Y feliz Navidad!

Deja un comentario