8 de julio de 2024

El sueño de Lucas, una Navidad solidaria.

Ayer, por la noche, me asomé por la ventana de mi habitación, vi pasar a Pablo, uno de los muchos habitantes de la calle de esta ciudad. Tomé el periódico y las noticias solo hablaban de la crisis económica. Desafortunadamente, esta crisis no es un simple rumor y los gobiernos, en nuestro mundo, han anunciado que será larga y problemática. Como siempre sucede, los estratos más vulnerables de la sociedad serán los que más sufran sus consecuencias… 

Ante aquel panorama, experimenté incertidumbre y desesperación. Entonces, se me ocurrió orar. Mi abuela materna lo hacía siempre que había dificultades y parecía funcionarle. Cuando nos veía desconsolados, nos repetía una y otra vez una oración de Santa Teresa de Ávila: 

Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa 
Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, 
quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta. 

  • Pero… ¿qué me ocurre? – me dije sorprendido – hace mucho tiempo que no hago oración.  En ese momento, lo único que deseaba era dirigirme a Dios, para expresarle mi preocupación. No sabía cómo hacerlo. Lo único que venía a mi cabeza era la oración que la abuela pronunciaba con tanta confianza. El sueño me venció y, de repente, escuché la voz de un hombre que me decía:  
  • ¡Despierta! Quiero mostrarte cómo esta crisis puede convertirse en una oportunidad. ¿Recuerdas la historia de la sopa de piedra? Aquella en la que una piedra se convierte en el pretexto para compartir lo poco que se tiene y se cocina la más deliciosa sopa solidaria. 

Yo estaba sorprendido, ante la irrupción de aquel extraño en mi habitación.  

  • ¡Vamos, muévete! – insistió – ¿Acaso crees que eres el único al que voy a visitar en esta noche?  

Salimos y caminamos hasta un parque. Comencé a leer un periódico que alguien había dejado, nuevamente, con la noticia de la crisis. Al ver los rostros de la gente, que pasaba frente a nosotros, advertí que unos deambulaban muy serenos, otros conversaban emocionados sobre los preparativos de la cena de Navidad. 

  • ¿Cómo pueden hablar tan tranquilos sobre la cena de Navidad? – Pregunté a mi acompañante – Yo no creo que el dinero me alcance para comprarles algo a mis amigos y familiares en esta ocasión. 

– Las personas de nuestro alrededor se llaman cristianos – me dijo mi acompañante-. ¿Has oído hablar de ellos alguna vez? 

  • ¡Desde luego! – respondí – Mi familia es de tradición cristiana. Yo fui bautizado, cuando era un bebé, aunque debo reconocer que mi abuela ha sido la más religiosa de la familia.  

Entonces, aquel hombre comenzó a narrar cómo la crisis había puesto en movimiento a aquel pueblo: “Cuando comenzó a afectar a la población, los cristianos reaccionaron. Entendieron que, si cada uno se encerraba en sus problemas o en su pequeño núcleo familiar, no tendrían la fuerza para hacerle frente. Se reunieron y entendieron que su fe les exigía ser creativos.  

Buscaron soluciones, se dieron cuenta que, unidos, podrían llevar a cabo un proyecto de redes solidarias, en donde todos saldrían beneficiados. Algunas mujeres se unieron para sacar adelante una panadería; un grupo de jubilados abrió una guardería, para cuidar a los niños; la parroquia cedió los salones más amplios, para proyectos de salud alternativa; se abrieron una tienda comunitaria de ropa de segunda mano y una tienda de regalos Navideños, elaborados por niños, adultos mayores y madres solteras; los que sabían algún oficio (mecánicos, electricistas, fontaneros, carpinteros, peluqueros, etc.) formaron asociaciones, donde regalaban horas de atención y servicio para las personas más afectadas por la crisis.  

Todo esto comenzó el primer domingo de Adviento, como preparación para disponer el corazón a la encarnación de la Buena Noticia de Dios en nuestra historia. Esa es la razón de su alegría. 

También, se organizaron para preparar la cena de Navidad, pues son conscientes que ricos y pobres, niños y ancianos, creyentes y no creyentes, buenos y malos, cada cual, según su posibilidad, están invitados a celebrar que la vida se puede construir de manera creativa. 

Cuando mi acompañante finalizó su relato, mi sensación de angustia y desesperación se habían esfumado. Me sorprendió reconocer, entre los habitantes del pueblo, a personas conocidas: Pablo (el habitante de la calle), la abuela, mi madre, mi padre, mis hermanos, mis vecinos, eran los pobladores de aquel lugar que dejó de ser ajeno para mí. 

  • ¿Tienes poder para llevarme al futuro y ver cómo se realizará la celebración de Navidad? -pregunté. 

Es una pena que el despertador sonara, en el preciso momento en que se disponía a responderme.  

Una voz resonó en el fondo de mi corazón: El final de este sueño te lo puedes imaginar, o mejor aún, puedes empezar a vivirlo. 

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