5 de julio de 2024

La Virgen de Guadalupe

El Papa Francisco nos explica que Dios conduce la historia de la humanidad. Nada queda fuera de su poder, ternura y amor providente; se asoma a nuestro mundo, necesitado y herido, para asistirlo con su compasión y su misericordia. Su modo de intervenir y de manifestarse siempre nos sorprende y nos llena de gozo.  

Algo así sucedió, hace casi cinco siglos. En un momento tan difícil para los habitantes del nuevo mundo, el Señor transformó la conmoción entre el encuentro de dos mundos diversos, al enviar a Su santa Madre. Así, llegó, a las tierras de América, nuestra Señora María de Guadalupe, presentándose como la “Madre del verdadero Dios por quien se vive” (cf. Nican Mopohua). Nuestra Madre mestiza vino para consolar y atender las necesidades de los más pequeños, sin excluir a nadie, para arroparlos, como madre, con su presencia, su amor y su consuelo. 

Hoy, 12 de diciembre, celebramos a la Virgen de Guadalupe, en un momento difícil para la humanidad. Es un período amargo, repleto de fragores de guerra, de crecientes injusticias, carestías, pobreza, sufrimiento, desolación. Y, aunque este horizonte aparezca sombrío y desconcertante, la fe y el amor nos enseñan que, también, es un tiempo de salvación, en el que el Señor, a través de la Virgen Madre mestiza, sigue dándonos a su Hijo, que nos llama a ser hermanos y nos invita a ir al encuentro de las personas olvidadas y descartadas por nuestra sociedad. 

Hoy, como ayer, Santa María de Guadalupe quiere encontrarse con nosotros, como un día con Juan Diego, en el cerrito del Tepeyac. Quiere quedarse con nosotros, nos suplica que le permitamos ser nuestra madre, que abramos nuestra vida a su Hijo, Jesús, y acojamos su mensaje para aprender a amar como Él. Ella vino para acompañar al pueblo americano en este caminar. Ella está aquí y nos dice “Soy tu Madre”, la Madre del amor por quien se vive. 

El Papa exhortó, a todos los miembros de la Iglesia que peregrina en América, a participar en este camino celebrativo con verdadero espíritu Guadalupano. No permitamos que ese tierno mensaje se “destile”: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre’” 

Al finalizar, Francisco nos invitó a pedir a Jesucristo, por intercesión de Nuestra Madre de Guadalupe, que nos conceda días de alegría y serenidad, para que la paz del Señor habite en nuestros corazones y en el de todos los hombres y mujeres de buena voluntad. 

https://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2022/documents/20221212_omelia-guadalupe.html

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