8 de julio de 2024

Las Sagradas Escrituras

En el Credo, declaramos que Jesucristo resucitó al tercer día, según las escrituras. Esta frase arroja luz sobre nuestra fe en la Biblia y se puede entender en dos sentidos paralelos.

En primer lugar, creemos en la Resurrección por el testimonio de los discípulos, que quedó plasmado en escritos que hoy conforman el Nuevo Testamento.

Los testigos de Jesús transmitieron con valentía el Evangelio, llevándolo a territorios lejanos y, en muchos casos, sufriendo persecución y martirio por su causa. Sus relatos se fueron transcribiendo a medida que crecían las comunidades cristianas; pronto, la Iglesia reconoció los Evangelios que, de manera más fidedigna, manifestaban las verdades de nuestro Señor. Así, nosotros también creemos en los Evangelios y demás textos del Nuevo Testamento.

Por otro lado, los cristianos creemos que, desde su encarnación y, sobre todo, con su pasión, muerte y resurrección, Jesucristo consumó las leyes, promesas y profecías que Dios dio al pueblo de Israel. Jesucristo es el Mesías, anunciado por los profetas; el rey definitivo del linaje de David; el sacerdote eterno, según la orden de Melquizedec; el cordero de la pascua definitiva del Señor.

Jesús mismo explicó a los discípulos, camino a Emaús, todo lo que las Escrituras decían sobre Él (Lc. 24:25-27). Asimismo, en el Sermón de la Montaña, señaló: “No piensen que vine para abolir la ley o los profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mt. 5:17). Es así que el Antiguo Testamento no pierde sentido para nosotros; por el contrario, fundamenta nuestra fe en Jesús.

Entonces, Antiguo y Nuevo Testamentos constituyen una sola fe: la fe de la Iglesia, que hemos heredado de los apóstoles. A través de la Biblia, Dios continúa hablando a su pueblo. Las Sagradas Escrituras son palabra de Dios viva, que ilumina el camino de la Iglesia.

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