8 de julio de 2024

Por los caminos del Evangelio

El gran regalo de vida 

¡Fe! ¡Que palabra tan chiquita y qué realidad tan grande! La fe, que es el gran regalo de la vida, que nos permite aceptar a Jesús de todo corazón y para siempre.  

¡Cuántas riquezas y misterios encierra la fe! Muchos dicen no tener fe, otros dicen “hasta no ver, no creer”, algunos afirman que no la necesitan. Los apóstoles piden a Jesús que les aumente la fe.  

La realidad es que, en nuestra vida, el 95 % de los conocimientos los adquirimos por la fe. En el camino de nuestro crecimiento, automáticamente creíamos a lo que nos decían nuestros padres, maestros, los testigos de algún acontecimiento.  

Como hijos de Dios, discípulos de Jesús, hombres y mujeres de buena fe, lo más normal y lo menos complicado es creer, tener la fe bien puesta en nuestra manera de ser y de proceder. 

La fe, de la que hablan los apóstoles, sería como una nueva conversión, una nueva manera de aceptar las sorpresas de Jesús, la locura de su libertad, el hacer el bien por todas partes, mantener el asombro por la manera como Él hacía presente el reino de Dios y, sobre todo, para perseverar en su seguimiento, por el que habían dejado todo…  

La respuesta es muy simple, para el que actúa con fe. Mi fe crece en la medida en que confío en todos aquellos que, cumpliendo su misión, me hablan de Jesús, me muestran que está vivo, que ha vencido la muerte, que ha resucitado y es el Señor. 

Se trata, pues, de caminar en la fe, juntos en una misma dirección, compartiendo vivencias, experiencias, convicciones en el sentido de la misión. La fe desemboca en el amor, el amor es casi la única condición para tener fe. Hay que recordar que “una fe, sin obras, es una fe muerta” (Sant 2, 26). 

Pero, yo creo que la fe adquiere su mayoría de edad, cuando uno se mantiene firme en la adversidad, en la persecución, en las propias debilidades. La fe va creciendo, de plenitud en plenitud. 

¡Fe! ¡Que palabra tan pequeña, como aquella que un día salió del corazón abierto de María! ¡Sí!  La fe es decirle sí a Dios, que te invita, que te ofrece un camino nuevo, que te desconcierta por su modo de actuar. Sin embargo, es caminando como se va conociendo la vida, se va amando a la naturaleza como casa común, dando la mano al que, como tú, también dijo sí al Señor.  

Pidamos al Señor que aumente nuestra fe por la acción del Espíritu Santo. 

Deja un comentario