8 de julio de 2024

Inyecciones de Fuego

Un burro o un serafín 

En los comienzos de su vida mística (1893), la beata Concepción Cabrera escucha que Jesucristo le dice: «quiero que te dejes hacer de Mí todo lo que Yo quiera». Ella le pide que le explique en qué consiste ese “dejarse hacer”. La respuesta es: «Que como un pedazo de masa te abandones a mí para hacer de ti lo mismo un burro que un serafín»1

El panadero puede darle a la masa la forma que quiera. Ninguna idea tiene el barro de qué vasija hará el alfarero con él, pero se deja moldear sin oponer resistencia (cf. Jr 18,4). 

Uno de los obstáculos frecuentes en la vida espiritual es tener una idea de lo que el Espíritu Santo hará o “debería hacer” con nosotros (idea que, de ordinario, tiene tintes de vanidad u orgullo) y aferrarnos a esa idea, impidiendo así que el Santificador pueda actuar a su antojo. 

Por eso, la invitación que Concepción Cabrera recibe es que se deje hacer, que se abandone, para que el Artista divino pueda hacer de ella lo que él quiera, lo que él necesite, lo que sea de su Agrado, y no del agrado de ella (cf. Hb 13,21). 

Este dejarse hacer y deshacer fue lo que la Virgen María le expresó al ángel: «Yo soy la esclava del Señor, que Dios haga en mí lo que me has dicho» (Lc 1,38). Esto mismo fue lo que Jesús nos enseñó a pedirle a Dios Padre: «hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo» (Mt 6,10). Ningún protagonismo por parte del ser humano; Dios es quien actúa. Nuestra “acción” consistirá en permitirle a Dios actuar libremente, sin oponer resistencia, sin querer saber qué está haciendo con nosotros –un burro o un serafín–, cómo lo está realizando o qué tan avanzado va nuestro proceso. 

Para dejarnos hacer y deshacer, es necesario creer que Dios nos ama y amarlo, es necesario olvidarnos de nosotros mismos y confiar en Dios de manera incondicional e ilimitada. 

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