5 de julio de 2024

En la banca de un hospital

Fui, al Hospital de la Niñez, a bautizar, de emergencia, a un niño de ocho años. Estaba sedado, intubado, en peligro de muerte. El día anterior, su papá, él y su hermana tuvieron un accidente en moto. El papá murió. 

Estuve un buen rato hablando con Nina, su mamá, sentados en una banca, afuera de la sala de urgencias. Ella, llorando, decía: “Me cambió toda la vida en segundos; siento que Dios nos ha abandonado. Mi esposo murió, mi hijo está ahí adentro, inconsciente, lleno de tubos, luchando por su vida… Estoy sola… Mis otros hijos están destrozados… No puedo estar en el funeral de mi esposo, verlo por última vez, despedirme de él… Mi hijo me necesita aquí…  

Yo, también, lloraba en silencio. Ella preguntaba “¿por qué le pasa esto a la gente buena? ¿Por qué, a la gente mala, que mata y roba, no les pasa esto? ¡No te lleves a mi hijo, te lo pido!”. Me incliné hacia ella y le dije lo que surgía de mi corazón: “No sé por qué pasó, pero sí sé que Dios no mandó esto. Dios no quiere la muerte”. “Ahora, parece que estás sola y que Dios te ha abandonado, Dios es amor y está aquí, contigo, sentado a tu lado, abrazándote. Sabe lo que sientes y llora contigo. Dios ha recibido a tu esposo, con inmensa ternura y llenándolo de paz; está con tu hijo en esa cama, sin dejarlo solo ni un momento”. 

Después, decidimos rezar un poco. Yo canté un estribillo varias veces: “Nada nos separará del amor de Dios”. Ella rezaba en voz baja, yo, también.  

Finalmente, pudimos pasar a ver a Juan y celebramos el Bautismo de emergencia. Su cuerpo, extendido sobre la cama, inconsciente, intubado. Después de derramar sobre su cabeza el agua del Bautismo, le propuse a su mamá que lo bendijera y orara por él. 

Me despedí de ella, dándole un sobre con un poco de dinero, como apoyo de parte de la parroquia, y me fui pensativo y con el corazón entristecido. Dos días después, me dijo: Juan ya no está en peligro de muerte, se va a recuperar. 

Me he topado con diversas historias de sufrimiento, que no me han conmovido. ¿Estaré perdiendo empatía y capacidad de conmoverme? Y recordé un texto, invitaba a invocar al Espíritu de Dios, de manera específica y concreta en cada situación, así que eso hice: “Ven, Espíritu de Dios, y hazme compasivo, ayúdame a escuchar con empatía”. Esto me ayudó a estar presente para Nina y pude expresar lo que intuí que tenía que ser dicho en ese momento.  

Lo único que tenía claro es que tenía que callar y escuchar. Era un momento sagrado. ¿Será que, a veces, Señor, nos pides ser tus oídos que escuchan, tu presencia que acoge, tu mano que sostiene? 

Deja un comentario