3 de julio de 2024

Dejando huella

El Principito y la Espiritualidad 

El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, es uno de los libros más leídos alrededor del mundo y, si bien es considerado un libro para niños, no lo es en realidad; es, más bien, un libro para los niños que llevamos dentro.  

Mucho se habla de los mensajes que tiene la obra del escritor francés, pero, quizá, poco del contexto espiritual que encierra. El Principito encarna los grandes valores del cristianismo de Cristo. 

Aborda el tema de la fe, de una manera más comprensible. No solo la fe en la belleza, en la amistad, en la vida; también la fe en Dios. Esa fe a la que se llega a través del corazón, una fe sencilla, llena de sorpresas, como la del Principito, es la que nos introduce al reino invisible. Ver con el corazón no es otra cosa que sentir a Dios. 

“Lo esencial es invisible a los ojos”. 

“Los hombres cultivan cinco mil rosas en un mismo jardín…. Y no encuentran lo que buscan…. Y, sin embargo, lo que buscan podría encontrarse en una sola rosa o en un poco de agua…. Pero los ojos están ciegos. Es necesario buscar con el corazón…” 

Es toda una declaración de la supremacía de lo espiritual sobre lo material. Lo espiritual es «esencial». No significa que lo material no exista o no sea importante, es que lo espiritual es más importante.  

La presencia de Dios, en este libro, simboliza un retorno a la fe. El Principito es una persona en búsqueda del amor humano, pero, también, una búsqueda del amor infinito, ha mostrado valores importantes que son trascendentes, como la amistad; también, una relación de plegaria y de preguntas, esperando respuestas, es decir, una cercanía, un “hablar con Dios”. Saint Exupéry dice que la plegaria es un acto fértil.  

El autor nos invita a ser más como El Principito, a ser como niños, que volvamos a lo básico, a lo esencial, el saber escuchar, para reavivar nuestros corazones, en el sentido evangélico “hacerse como niños” (Lc 18, 17). 

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