15 de enero de 2025

Es momento de ser joven

Mucho más que tres deportes juntos 

Siempre había definido a los triatletas como aquellas personas necias, que no entienden que un solo deporte es suficiente. Así que dudé, cuando mi primo me invitó a participar en uno. 

Y ahí estaba yo, en el agua, con los goggles y la gorra bien apretada. Llevaba un número tatuado en los brazos y piernas. Un chip amarrado al tobillo. El mar picado y el cielo nublado. Mi tiempo había empezado a correr. Aún percibía el terror sobre mis hombros y los nervios dentro de mi estómago, mientras me preguntaba ¿cómo pudo mi primo convencerme de hacer esto?  

Pataleé, braceé y me tragué todo el mar, pero llegué a la orilla. Sentía un leve mareo a causa del agua en mi estómago. Al final, me las ingenié para llegar a la transición y montarme a la bici.  

Conforme pasó el tiempo, se presentó una sensación de ardor en las piernas; con cada pedaleo cuesta arriba, el dolor se intensificaba, llegó un momento en que, incluso, dejé de sentirlas. En mi cabeza, imaginaba una batería que, poco a poco, se cargaba de energía, un juego mental de mi entrenadora, para persistir. 

Los últimos kilómetros de la carrera se me hicieron eternos. Hacía un calor endemoniado y los pies se me enterraban en la arena. Sentía dolor y agotamiento. Mientras recorría cada kilómetro, mis piernas gritaban de dolor, mis pulmones padecían de aire y mis náuseas aumentaban. 

Esta experiencia me ayudó a entender que, al igual que en la vida, la clave está en saber que nunca fracasarás si no dejas de intentar; lo importante es sacar lo mejor de ti, ver el lado más fuerte y vulnerable de todos los que están a tu alrededor.  

Me levanté varias mañanas adolorida, de pies a cabeza, muchas veces, sin ganas de ir a entrenar, pero continué venciéndome a mí misma, día tras día, porque me sentía más viva, más fuerte y construía una mejor versión de mí misma.  

Comprendí que no continué entrenando por usar bikinis, vestidos o tener kilos de menos, sino porque aprendí a conocer de lo que era capaz, el poder de transformación que tiene el deporte, tanto física como mentalmente. Porque, en la pista, en la alberca y en la cancha, con cada gota de sudor, grito de dolor y, en ocasiones, lágrimas, presenciaba un sentimiento de satisfacción que me llevó a entender que, en cualquier momento, podemos parar y decidir cómo es que queremos que acabe la historia de nuestra carrera. 

Ahora, puedo responder la pregunta que rondó por mi mente la mañana de ese triatlón, inspirar al de al lado, vencer la distancia, confrontar mi miedo y persistir es algo que sucede en la vida en la realidad.  

Deja un comentario