8 de julio de 2024

Para el renacuajo que no llegué a conocer

“Dios, yo no te pedí ser madre, Tú, en tu misericordia, me lo permitiste; pero, si te soy sincera, aparta de mi esta copa”. 

Una vida nueva, una esperanza nueva. ¿Quién diría que algo tan pequeño, como un frijol, me daría motivación para luchar por unos 50 años más? Mi pequeño frijolito, cuando menos lo esperaba, me diste esperanza otra vez.  

En la piscina de amor, nada un pequeño renacuajo, sin idea de lo que la vida le espera. Planeo todo en mi cabeza: el color de su cuarto, las primeras palabras que dirá, sus primeros pasos de baile en la sala de estar, su nombre, su talla. Mi cabeza explota, con solo imaginarme cuán enamorada estoy ya de alguien que no tiene forma alguna.  

¿Qué dices, renacuajo?, desde ahorita te digo que todo lo que pidas te lo voy a entregar. Los días pasan y no puedo esperar, quiero tu manita tomar, tu carita acariciar y tu aroma adorar…  

Llegamos a la siguiente visita al doctor ¿cuánto habrás crecido? ¿Serás niño o niña? ¿Cuánto te podré amar más? Todo lo quiero escuchar. Sin embargo, recibo la peor noticia que a cualquier madre le pueden dar: algo anda mal. Una marea, que no frena jamás, días en cama, visitas de expertos, medicinas, inyecciones y oraciones, “por favor, Dios, lo que quieras, menos a mi renacuajo”. Los planes que alentaban esos 50 años ahora están llenos de terror y ansiedad, un vacío en el pecho que no deja respirar, un ritmo cardiaco que, de repente, el doctor no escucha más.  

Oscuridad, profunda oscuridad, le llaman corazón roto. Dios me pide continuar y remar en un mar lleno de soledad. Nadie comprende que, sin conocerte, yo ya te amaba de verdad. “Te vas a recuperar”, “un bebé vendrá”; pero ¿cómo continuar con un cuerpo donde dos corazones latían y ahora ninguno puedo sentir más?  

Sin luz, sin esperanza, empiezo a escuchar un susurro: “Mamá, mamá… no llores más. Soy yo, mamá…” La voz se hace fuerte en el valle de soledad. “Mamá, escúchame y confía, no fue tu culpa, eras abundancia de caridad, fe, esperanza y paz. No te preocupes por mí más, me diste tanto amor que fui directo al cielo, encuentra de nuevo tu felicidad, yo estoy bien y ahí te voy a esperar. 

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