5 de julio de 2024

Ofréceme y ofrécete

Hágase Tu voluntad 

¿Cuántas veces, al rezar el Padrenuestro, hemos repetido hágase Tu voluntad? ¿Cuántas lo hemos dicho con la convicción de que cualquiera que sea Su voluntad se cumpla? Y, además, elevamos nuestra petición extendiéndola al completo dominio divino: en la Tierra, como en el cielo.  

Podríamos pensar que el ejercicio de la libertad, que Dios nos ha regalado, contradice esta petición y que, entonces, somos una especie de títeres sin decisión, ni responsabilidad propia. Por supuesto que hay muchas ocasiones en las que Su voluntad y la nuestra no coinciden, es más, son opuestas. 

En este caso, la solución es el amor. Hay que recordar que nadie nos ama como nuestro Padre del cielo, que Él sabe lo que más nos conviene y que, a nosotros, nos toca ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo; sin embargo, eso no es como poner “el piloto automático”, nos corresponde poner de nuestra parte para contribuir a la gracia, ejercitando el discernimiento y actuando en consecuencia. 

Unir nuestra voluntad a la de Dios es siempre nuestra mejor opción, así lo escribe la beata Conchita Cabrera de Armida: La voluntad del Padre es siempre santa, justa y amorosa, lo mismo cuando acaricia que cuando inmola. Y mi consuelo, mi gozo, será dejar que su soberanía de amor se ejerza sobre mi pequeñez, sin obstáculos, sin tropiezos y sin resistencias. Que se cumpla, en mí, su voluntad, con la suavidad, con la plenitud, con el gozo con que se cumple en el cielo. 

Como María Santísima, nuestra Madre y Maestra, digámosle al Señor que se cumpla Su Palabra en nuestra vida. La esclava del Señor que, con su Hágase en mi cambió el futuro de la humanidad, no solo fue fiel y obediente, sino que amó la voluntad de Dios con todo su corazón, hasta hacerse una con la de su Hijo.  

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Para post, Hágase la Voluntad del Señor que es siempre santa, justa y amorosa. 

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