Un tema que se aborda mucho en la actualidad es el del bullying, casi siempre, relacionado con niños y adolescentes. Poco se habla sobre el bullying en adultos, que sí existe y que, a diferencia del “acoso infantil” (el cual es mucho más directo, hasta más aguerrido, podría asegurar), en adultos, se manifiesta a través de acciones pasivo-agresivas disfrazadas de bromas, como lo dice el famoso dicho “entre broma y broma, la verdad se asoma”.
Recuerdo mucho que, a mi papá, no le gustaban las bromas, porque aseguraba precisamente que venían acompañadas de esa “verdad disfrazada”, que no contempla si el de enfrente está dispuesto o preparado para recibirla. De inicio, es un acto no consensuado.
Incluso las bromas, muchas veces, vienen acompañadas de resentimiento hacia una persona en específico o de emociones camuflajeadas, que se liberan a través de esta expresión.
La intención no es confundir con lo que es el sentido del humor, ni dejar de lado la capacidad de reírnos, de transformar las cosas en positivo, en simpático, en carcajada, ni tampoco pretende descalificar el doble sentido o albur, propios de nuestro mexicanismo.
La broma es una práctica tan común, que, en su defensa, tiene el permiso de que “el que se lleva se aguanta” y las “buenas bromas” sí son una forma de socializar y de lograr el acercamiento entre personas.
De hecho, algunos temas, difíciles de tratar en conversaciones serias, son más fáciles de abordar a través de las bromas. Sí, todo es válido, hasta cierto punto. Lo que no se vale son las bromas relacionadas con eventos o situaciones, cuando una persona no está en condición de cambiarlas o modificarlas, porque el hacerlo no está dentro de sus facultades o de su alcance.
Todos, en algún momento, hemos recibido “bromas no tan bromas” y esa forma de acoso (bullying) que, honestamente, nos ha hecho sentir incómodos. Me afectan, en particular, esas bromas ya tan normalizadas; sí, esas que tienen que ver con las características físicas de las personas, esas que sí lastiman, erosionan y para las que no queda más que “fingir” y sacar el escudo de “no te lo tomes personal”, pero más me preocupa la poca empatía de quienes las hacen o dicen.
Concluyo con una recomendación, que comparto para diferenciar lo que entre broma y broma podemos decir o callar: “Si ves algo en alguien que, en cinco segundos, no puede cambiar, entonces no lo digas”.