8 de julio de 2024

Por María, se va al Espíritu Santo

En 1911, la beata Concepción Cabrera escucha que Jesucristo le dice: «Por María, se va al Espíritu Santo: es este el más suave y seguro medio para que Él venga a reinar en los corazones»1

Si el Espíritu Santo reina en nuestro corazón, ¡eso basta! Él irá transformándonos en Jesucristo, nos capacitará para convivir con los demás, nos impulsará a la misión… nos dará la felicidad que anhelamos; felicidad en esta vida y en la otra. 

María, la «llena de gracia», en la anunciación recibió una nueva efusión del Espíritu Santo. El ángel le dijo: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti» (Lc 1,28.35). 

 Cuando María se enteró de que Isabel estaba en el sexto mes de embarazo, con prontitud fue a donde su prima, para ayudarla. «Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre; e Isabel quedó llena del Espíritu Santo» (Lc 1,41). 

Después de la ascensión de Jesús, los discípulos «estaban entregados de continuo a la oración junto con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus parientes» (Hch 1,14). «Cuando llegó el día de Pentecostés […] todos quedaron llenos del Espíritu Santo» (Hch 2,1.4). 

Si necesitamos amor, sabiduría o fortaleza, paz, alegría o esperanza, humildad, sencillez o pureza, generosidad, valor o constancia… acudamos a María; por medio de ella iremos al Espíritu Santo, y el Dador de los dones nos dará lo que necesitemos. 

Si experimentamos nuestra limitación, debilidad o ignorancia; si estamos rodeados de tentaciones, pruebas o adversidades; si nos abruma el sufrimiento o la tristeza, o estamos en crisis; si nos fatigan las responsabilidades, los trabajos o los problemas; si somos objeto de burlas, discriminación o persecución… acudamos a María; por medio de ella, el Espíritu Santo vendrá en nuestra ayuda (cf. Rm 8,26). 

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