Nuestra Señora del Carmen
Mi Jesús, hoy, entiendo mejor la gran alegría de tu corazón. Nos concedes celebrar con sencillez y amor de hijos a tu Santa Madre. Aprendí del padre Félix Rougier que, en el amor a María, nuestro modelo eres Tú. Nadie la amó tanto, ni la amará, como Tú y, si esto está tan arraigado en tu corazón de hijo ¿qué de extraño tiene que nosotros, que somos tu continuación, la amemos más y más?
Antes de mi nacimiento, nació una hermanita, que murió muy pequeñita. Pregunté, a mi hermano mayor, cuál había sido su nombre. Me respondió que no le habían dado un nombre. Y le dije, ¿te parece que la nombremos nosotros? Y, con bolígrafo y papel en mano, escribimos un nombre. Al poco rato, lo compartimos y coincidimos, sin pretenderlo, en el nombre, y así la “bautizamos”: Carmen.
Jesús, hoy, nos invita a celebrar una hermosa advocación de María: “Nuestra Señora del Carmen”. Tu Espíritu Santo, prometido e infundido en la historia de la Iglesia, nos ha llevado a celebrar a la Virgen María de diferentes maneras.
Sabemos que solo Tú, Jesús, eres verdadero Dios y verdadero Hombre. María es la criatura más cercana a tu presencia, desde el momento que dijo: “aquí está la esclava del Señor, que se haga en mí según tu palabra”. Desde entonces, “la Palabra se hizo carne y puso su morada con nosotros”.
María, maternidad virginal, concepción inmaculada, participación plena en la eternidad, subida al cielo, glorificada con plenitud de gracia. No celebramos lo que ella hizo por Dios, sino lo que Tú, Jesús, hiciste en y por ella. Es propio, del que ama, admirar.
Celebramos momentos de su vida: su nacimiento, sus desposorios, la encarnación y el nacimiento de Jesús, siendo amado por ella con corazón de madre, su huida a Egipto, lo de Caná, su soledad, su presencia en Pentecostés.
Vivamos, con Nuestra Señora del Carmen, cada Eucaristía desde la misericordia, la cercanía y la bondad de la madre común de todos cuantos queremos honrarla, como lo hizo Jesús.
El Carmelo, diseminado por todo el mundo es un impulso fuerte a la contemplación y a la confianza. Parafraseando a Santa Teresa de Ávila: “Vivo por vivir en ti y tan alta vida espero, que vivo porque me muero”.
Madre amable, Madre de la misericordia y la bondad, Madre de la plenitud y de la salvación, Nuestra Señora del Carmen. Ruega por nosotros. Amén.