5 de julio de 2024

Reflexiones de un millenial católico

Dios ayude a los marginados 

Muchos, de los que hoy tenemos menos de 35 años, crecimos con las películas de animación de Disney. Entre El Rey León, Aladdín y Hércules, películas muy recordadas, se encuentra la película de El Jorobado de Notre Dame, no tan aclamada, pero que, paradójicamente, tiene un mensaje muy fuerte (aún cuando Disney se encargó de endulzar la versión original de Víctor Hugo) que no logras comprender del todo cuando eres niño. 

“Creo que no querrás oírme, por yo gitana ser”, canta Esmeralda, en la Catedral de Notre Dame, en la versión latina. La versión de España también empieza fuerte: “No sé si podrás oírme, no sé si estás ahí”. Escuchamos, en ambas versiones, una oración de ruego que, si hubiera sido de una persona real, conmovería hasta las lágrimas. 

Poco a poco, empiezan a sonar frases fuertes identificando a Dios como proscrito o marginado: “… si soy solo una gitana, mas proscrito fuiste Tú”, o “… veo tu cara y me pregunto lo que fuiste acaso Tú”, y, pidiendo que Dios ayude “a los proscritos en su soledad…”; “clemencia te piden, amor quieren ver…”  

Y, en medio de frases tan fuertes como “Dios les ayude, o nadie lo hará, o no pido nada, sé sobrevivir, pero hay quien no puede apenas vivir”, vemos una escena donde varios parisinos piden en oraciones dones, pero únicamente para sí mismos.  

De esta escena, tomamos dos reflexiones. La primera, no está mal pedir en oración cosas para nosotros, pero no puede ser nuestro principal motor, debemos hacer un espacio para el prójimo en nuestro diálogo con Dios. Y la segunda, más comprometedora, es que, como cristianos, tenemos el mandato de velar por el otro, el marginado, el proscrito, el olvidado de la sociedad y salir a las periferias, ya sean físicas o existenciales. 

¿Y quienes son los proscritos y marginados de hoy en día? Son aquellos hombres que todos los días piden dinero en las esquinas, pero nadie les pregunta sus nombres; son aquellos niños que sufren de abandono y viven extrañando a sus padres; son aquellas mujeres que fueron violentadas en su dignidad física, psicológica o sexual y que son revictimizadas con indiferencia; son aquellos jóvenes que se sienten diferentes y que tienen un miedo espantoso de expresar su auténtico ser, por temor a represalias de sus papás, familiares o amigos, o peor aún, de aquellos que nos decimos cristianos y que estamos llamados a amar sin medida.  

Actuemos, vivamos nuestra fe para trabajar por la construcción de un Reino, en el que nadie más pueda decir “Dios les ayude… o nadie lo hará…”.  

¡Ánimo firme! ¡Qué viva la cruz (siempre central y marginada)! 

Dios ayude a los marginados (versión latina): https://youtu.be/Jd96UbupFDc 

Oración de Esmeralda (versión castellana): https://youtu.be/lKcdI1ON-R8  

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