3 de julio de 2024

Por los caminos del Evangelio

Santísima Trinidad  

Sí, creo… Por supuesto que creo. ¡Lo dijo Jesús!: “Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí… cuando venga el Espíritu de la verdad, Él los irá guiando hasta la verdad plena…” (Jn 16, 12-15). 

Aquí me tienes, tratando de encontrarme contigo para que, juntos, miremos, adoremos, aceptemos esta gran verdad: ¡Nuestro Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo! ¡Nada menos! ¡Y nada más! Porque, más no puede haber. 

Dios es Trinidad. La experiencia de Dios comienza con una iniciativa amorosa de su parte, que, por Jesús, se manifiesta como Salvador y Señor. De nuestra parte, y solo a partir de esa experiencia, corresponde la aceptación incondicional de Jesús.  

Como si nos dijera: “No te pido que me entiendas, te pido que me aceptes”. ¡Qué bien nos conoce! Solo desde ahí, podemos adentrarnos más y más en el Ser de Dios, sabiendo, no podría ser de otra manera, que nunca terminaremos de conocerlo. Pero avanzaremos, sí, pero solo desde el amor. ¿Hay otra manera mejor de ser, de vivir, de identificarnos con nosotros mismos, que el amor? 

El misterio de Dios Trinidad es misterio de amor, en Él y para nosotros. ¿Qué es primero, la admiración o el amor? ¿Amamos lo que admiramos o admiramos lo que amamos? Dios tiene su manera personal de entrar en nuestra vida: primero, nos la da; luego, la llena de sí y, después, la lleva a su plenitud.  

Jesús dijo: “Si alguno me ama, mi Padre lo amará, vendremos a él y haremos en él nuestra morada”. Este es el misterio que hoy admiramos, amamos y hacemos nuestro, porque ya Él nos ha tomado y nos ha habitado. Además, lo más humano que tenemos en nosotros es Dios. Dios es el ser profundo del hombre.  

¿Se convencerán los estudiosos del interior del hombre? ¿Lo descubrirán los amantes de la ciencia y la psicología? Podrían hacerlo y podrían proclamarlo. Decían los filósofos griegos, “nada hay en el entendimiento que no pase por los sentidos”. Y san Pablo lo aplica a la Evangelización: “La fe viene por la predicación, viene por el oído”. Realidad tan grande se adentra en nosotros, por lo sencillo que vemos y sentimos, por lo pequeño y hermoso de la naturaleza, por la vida y el amor de cada día, por este cuerpo material que, a veces, despreciamos, pero que es el punto de convergencia entre Dios y nosotros.  

Mi querido Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo: te creo, te admiro, te amo, te descubro en mí.  

Deja un comentario